Palabras que significan dolor

La mañana del pasado 19 de junio, conforme las almas cibernéticas mexicanas se iban incorporando a la posmoderna Matrix compuesta por la mancuerna Facebook-Twitter, la sorpresa que embargaba a propios y extraños era el enterarse de la posible sanción a nuestra selección participante en el Mundial de Fútbol por el reiterado grito de «¡Puuuuuuutooooo!» por parte de su afición en cada despeje del portero rival, durante el transcurso de los juegos en los que había participado hasta ese momento.

Fuera de la dudosa capacidad que pueda tener la FIFA para erguirse como autoridad en la materia, teniendo como antecedente la adjudicación a Rusia y Qatar de los próximos Mundiales -naciones donde hay abierta represión gubernamental a la diversidad sexual-, el asunto despertó un acalorado debate en el país derrochándose ríos de tinta digital para argumentar (o hacer el esfuerzo) el apoyo o rechazo a la medida.

Confieso tomé de buenas a primeras partido en mi fuero interno por quienes manifestaban su rechazo a la posible sanción en virtud de que el grito en cuestión no conlleva un directa ofensa homofóbica a quien va dirigido, sino pretende, imagino que sin conseguirlo en lo más mínimo, distraer al portero del equipo rival, volviéndose un elemento más del colorido folclor nacional que se vive cada semana en los estadios del país.

Recuerdo en una de las recientes ocasiones que acudí a ver a mis queridos Tigres al Volcán, que tras el susodicho clamor un chiquillo sentado a mi lado me pregunta con singular inocencia: «Oye, ¿por qué gritan «fúuutboool» cada que despeja el portero?». Conteniendo la hilaridad que el comentario me provocó, apenas y pude responder que era una manera de festejar que se reanudaba el juego.

Sin embargo, ante el afán -válido y sincero, doy por descontado- de tantos por anteponer el impoluto respeto a nuestra libertad de expresión, y más aún ante una autoridad carcomida por la corrupción como es la FIFA, la mente de muchos, me atrevo a decirlo (e incluyo la mía delante de todas ellas), se nubló ante la comprensión del hiriente significado que guarda y que se ha convertido en un estigma aceptado a calzador por la sociedad.

Sí, solemos decir con despreocupado afán Órale puto, ¡me emputas!, Qué puto calor, ¡Qué putazo me puse!, Qué puto gusto verte… pero la suavización del significado de la palabra no anula la profunda carga de rencor, desprecio y discriminación que conlleva el PINCHE PUTO que se le otorga a otro por su preferencia sexual, sus hábitos y maneras, su ser diferente a mí.

No soy semiólogo ni experto en el tema de la comunicación o historia del vocabulario, ni he viajado a Alemania para constatar la siguiente aseveración, pero no imagino a la sociedad alemana empleado el nazi como una palabra trivializada y de uso común en una variedad de expresiones. Qué nazi frío hace, Apúrate nazi, Te voy a meter unos nazinazos, y toda la variedad que usted y plazca imaginar.

Tampoco estoy promoviendo la encapsulación o destierro de las palabras. Están en el aquí y el ahora de nuestro lenguaje, pero en lo entrado que va el siglo XXI la que nos ocupa podría bien servir como un recordatorio a toda la humanidad de oscurantistas tiempos no hace tiempo aún vividos en los que no existía el menor respeto a la diversidad sexual y el vil padecimiento de todos aquellos actuando diferente a lo que el género que socialmente se les impuso. Aunque por lo visto, seguimos sumidos en dicha oscuridad y nos empeñamos en dejarnos las lagañas encima de los ojos.

Concluyo colocando un listado con algunos de los interesantes escritos que la polémica desatada por la FIFA dio a pie ver la luz, esperando sirvan como referencia en cuanto al empleo de la palabra, el respeto a la diversidad, y el cuidado al que estamos invitados a tener con las expresiones que en el cotidiano nos acompañan (el orden es cronológico).