Breathe (Andy Serkis, 2017)

En medio de las taquillerísimas Coco Thor Ragnarok aparece este fin de semana en la carteleras de algunos cines la película Breathe, titulada para México Una razón para vivir. Dejando de lado lo disímil entre su nombre original y el elegido para su distribución en nuestro país, la recomiendo mucho.

Breathe está entre las películas que vi en el FICM y las emociones compartidas en la sala (que estuvo a reventar):  risas, silencios, nudos en la garganta y hasta algún sollozo forman parte de la experiencia de ser testigos de la adaptación al cine de la vida del británico Robin Cavendish, quien durante una expedición por Kenia contrae poliomielitis y en consecuencia resulta cuadrapléjico y necesitado vitaliciamente de un respirador artificial.

Ubicándonos en los 60’s esto equivalía, en primera, a pasar los restos de la vida confinado en una institución médica, debido a la complejidad de los cuidados y que resultaba impensable contar con una delicada máquina como el respirador artificial en el hogar u otro ambiente. Y en segunda, a una expectativa de vida reducida, ya de por sí anticipada a sentirte ‘muerto en vida’ por la condiciones físicas imperantes.

Es aquí donde Robin, apoyado por su esposa, familia y amigos consigue sobreponerse a tal panorama, volviéndose pionero en la autonomía y la asistencia respiratoria para personas en su condición  y prolongando su vida, contra todos los pronósticos, hasta los 64 años.

Contar los cómo sería desentrañar más de la cuenta la trama de la película y prefiero la descubran por sí mismos. Breathe se suma a la oleada de películas que retratan la experiencia de una persona con discapacidad, y salvo algunos detalles en cierto modo melosos, considero que lo hace bien, sin caer en el chantajismo emocional y planteando en la última parte un dilema moral que despertará muchas reflexiones en el espectador. Celebro su rodaje y que siga dando pie a más cine de esta índole, invitados quedan.