II
Mi hijo no aparece y ya me tiene con pendiente. Me salió un poco flojo el condenado, lo heredó de su padre, pero nunca me ha faltado a dormir a la casa y van dos noches de que no regresa. Mandé a Arturo, el mayor y que ha sido el ejemplo para todos mis hijos, a que vaya y pregunte por él a los hospitales y delegaciones, no puedo más con esta angustia.
Mi chamaco no es tampoco el mejor de los estudiantes, pero gracias a los esfuerzos de sus hermanos es el único de los cuatro que no ha tenido que dejar los estudios para ponerse a trabajar. A corajes y estirones nos terminó la prepa, y éste es su primer semestre en la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM. “¿Para qué entras a esas chingaderas que ni te van a dar para comer?”, le reclamó Arturo cuando se enteró que se había matriculado en esa escuela, y pa’ que mentir, no entiendo mucho de esas cosas, pero tampoco soy quien para decirle a mi hijo qué estudiar. Confío en que haya elegido bien, y sobre todo, aproveche la oportunidad que sus hermanos no tuvieron, y se vuelva el primer profesionista de la familia, Diosito me lo bendiga.
Algo que tengo que reconocer de mi hijo es que me salió muy obstinado para leer. De chiquillo era difícil que otros chamacos del multifamiliar lo convencieran de salir a jugar a la pelota, la roña y esos juegos que se inventan con un bote y mucha imaginación. Él tenía dos años apenas cuando nos vinimos del pueblo donde nací a la capital, a la que me trajo mi hermano con todo y chilpayates, alojándome en un pequeño cuartito de la bodega que rentó cuando puso su tlapalería. Un par de años después, con mucho esfuerzo y el trabajo de Arturo, juntamos los centavitos para
rentar en el edificio en el cual vivimos desde hace catorce años. No me puedo quejar de la vida, y aunque mis buenos fregazos me llevé dejándome sonsacar por un pelado irresponsable y borracho, de a poquito se ha encargado de
recompensarme, hasta hoy que el miedo de que me a mi muchachito le haya pasado algo grave me tiene ya con dos noches sin dormir.
Salió antier después de la comida. Aquí estaba Arturo aprovechando su día de descanso pero no alcanzaron a comer juntos. No es que se lleven mal mis muchachos pero discuten con mucha frecuencia, si no es por una cosa es por otra. Pero a pesar de ello, Arturo ni chistó esta mañana cuando antes de que saliera a trabajar le pedí que se diera un tiempito durante el día para irme a buscar a su hermano. Aunque puso su cara de enfado que tanto le conozco, dándome un beso en la frente me dijo con toda la ternura que carga en el corazón: “No se apure, viejecita, yo vuelvo con ese chamaco aunque sea de las orejas”.
Mi preocupación es porque vino a contarme la vecina que su sobrino, que estudia lo mismo que mi muchacho, también estaba desaparecido. Ella es la que me ha estado contando desde junio de las diversas marchas y manifestaciones que están organizando en las escuelas. Yo la verdad no entiendo mucho y mijo tampoco me cuenta, imagino no quiere que me preocupe pero en algo raro ha de andar metido. Las últimas semanas llega más tarde de lo habitual y se sale apenas se asoma el sol. Una noche llegó con unas mantas y pancartas, pero así como lo vio Arturo entrar con ellas le advirtió que no se le volviera ocurrir hacerlo, que la casa que con mucho esfuerzo pagaba para que viviéramos como personas decentes no era almacén para vagos despreocupados que se la pasaban faltando a clases y
haciendo desmanes en la vía pública. Si no meto mi cuchara estoy segura que se las quema y tira a la basura en ese ratito.
Yo no entiendo ni pío de lo estén protestando los estudiantes, pero tampoco creo que el gobierno sea capaz de lastimar a diestra y siniestra a los muchachos que andaban en la manifestación. A lo mucho habrán querido meterles un susto. Mi hijo ha de estar por ahí, desbalagado en caso de alguno de sus amigos de la escuela o qué se yo. Ya no me voy a preocupar, mejor voy a tener listos los frijolitos con chorizo para prepararle sus molletes que tanto le gustan cuando regrese.
*****
Hace un año que no sabemos nada de mi hijo. Arturo pasó semanas buscando, hasta me lo corrieron del trabajo al pobrecito. Llegaba cansado, triste, pero nunca me quiso decir qué encontraba o porqué se tardaba tanto en volver. Una noche alcancé a escucharlo llorar en la mesa de la cocina, bajito, pero preferí no interrumpirlo. Estoy segura de que lo extraña tanto como yo, y estoy segura de que un día lo encontraremos.