Mi vida desde siempre ha estado rodeada de docentes, y cómo no, si soy —orgullosamente— «Hijo de Maestra», la maestra Lupita.
Mamá entró “grande” a la Normal; ella estudió primero Comercio, comenzó a trabajar como secretaria y ya alrededor de sus 20 años. laborando en Peñoles, apoyada por su jefe decidió cumplir un sueño de toda su vida, ser maestra, ingresando a la Normal Nuevo León en turno nocturno, y atravesando por las tardes el centro de Monterrey desde el sector Fundidora hasta Venustiano Carranza para regresar ya entrada la noche al centro de Guadalupe, para coronar tan consistente esfuerzo con una memorable foto donde está recibiendo su Certificado enfundada en un vestido de maternidad y una notable barriga de embarazo tras él. A partir de allí, 1979, durante 28 años ejerció su profesión con una pulcritud y dedicación que se volvió admiración, ejemplo y vale decirlo, “coco” de decenas de alumnas y alumnos que le temían por su disciplina, pero también aliada y apoyo de infinidad de madres que se lo agradecían.
Como hijo mayor tuve la suerte y dicha de atestiguar el ejercicio profesional de mi madre en varias facetas, tanto como “hijo de maestro” con insistentes repasos extras más allá de lo curricular en busca siempre de mi mejor desempeño (por decirlo bonito, aunque eran otros tiempos), como el, ya en secundaria y no se diga edades posteriores, apoyarla ya fuera revisando, dictando calificaciones e incluso acudiendo a cuidar su grupo cuando tenía alguna salida en su rol de Delegada de la Región. Yo estudiaba la secundaria por la tarde, así que llegaba con ella al aula, tomaba lista, dejaba trabajo y a su hijo sentado en su lugar para cuidar el orden en su ausencia (reitero, eran otros tiempos). Quién diría que —sin querer queriendo— me preparaba para tomarle cariño a la docencia y educación, áreas del desenvolvimiento humano que me han acompañado hasta la fecha.
Sea ésta una breve manera de honrar no sólo a la Maestra Lupita, sino a cuantas maestras y maestros a lo largo de la vida me han «tocado» con su calidez y vocación sabiendo transmitir tanto conocimiento, como lo más importante a mi parecer, gusto por conocer. Porque como dijo con vasta sabiduría mi padre Don Bosco, La educación es cosa del corazón.
*foto tomada en un Paradero de la colonia Chapalita, Guadalajara Jal, junio 2016.*
Qué bonito reconocimiento a tu mamá Víctor. Mis respetos para ella y para todas las maestras, que en su vocación, encuentran el compromiso de enseñar desde el corazón.