Mis padres, además del cariño que se han tenido por más de 40 años, comparten una anécdota, que se remonta a hace cinco décadas. Ambos, estando en diferentes escuelas, fueron llevados una mañana de clases de 1964 hasta las inmediaciones de la planta de Philips, importante empresa holandesa que llegó a establecerse a la humilde Villa de Guadalupe, con tal trascendencia que correspondió a Adolfo López Mateos, entonces presidente de México, viajar hasta Nuevo León a inuaugurar las instalaciones
Cuentan que en cuanto llegaron a su respectivo plantel los llevaron en camiones a las afueras de la fábrica, les entregaron una banderita, y por horas esperaron el arribo del mandatario y autoridades locales -como si del Papa se tratara- para brindarle una efusiva (sic) bienvenida y despedida al evento en cuestión. Volvieron a su escuela con la satisfacción no de haber visto al presidente, pero sí de haberse «volado» un día de clases.
Traigo la anécdota a colación de la ceremonia de inicio del ciclo escolar 2016-2017 por el Enrique Peña Nieto en la Escuela Profesora Eudoxia Calderón, donde el mexiquense cursó sexto año de primaria. En la misma estuvo acompañado por Eruviel Ávila, Aurelio Nuño y el líder del SNTE, Juan Díaz de la Torre. Un selecto grupo de alumnos, vestido con su uniforme de gala, sirvió de escenografía para que las personalidades (sic, nuevamente) asistentes profirieran su discurso, después de los honores a la bandera de rigor.
Tras los fastuosos discursos y siguiendo estricto protocolo diseñado para la ocasión, llegó la intervención del Amado Líder. Lo que no previeron fue a) que para este momento la escenografía infantil comenzaba a dar muestras de agotamiento; b) que los discursos de EPN usualmente aburren. Combinación perfecta para lo que las cámaras consiguieron capturar, y que se volvió viral en pocas horas.
Las viejas prácticas no se van a erradicar de la noche a la mañana, ni con el paso siquiera de los siglos. ¿Así quieren imponer una «reforma educativa»?