Estaba ahí, sentadita en tercera fila. La vi cuando me dirigía a la mesa de panelistas. Pasé a su lado y la aprecié de reojo en su estrecho vestido azul marino, de escote breve pero suficiente para provocarme un suspiro que se alojó entre mis piernas. Tuve que acelerar el paso y ocupar mi lugar.
Comenzó la presentación y el parloteo de los participantes. Mi único interés consistía en esquivar a las personas acomodadas en los primeros asientos, buscando discretamente contacto visual con ella. Mis esmeros resultaron inútiles, y el tiempo transcurrió veloz hasta llegar el momento de mi intervención.
Terminé de hablar y dirigí la mirada a la tercera fila. Sin encontrarla, a lejos la distinguí abandonando el auditorio, tomada de la cintura por su marido. Como otras noches me quedé con los aplausos, que cambiaría sin dudar por al menos saber su nombre. Lo demás, puedo escribirlo.
Imagen: ismael villafranco