Encontrar

¿Les ha pasado que se encuentran un corazón y se les antoja cuidarlo? No, no me malinterpreten. Por antojo no me refiero al acto visceral, narcisista, incluso infantil por cumplir un capricho. Más bien a una invitación imposible de rehuir, nacida de una profundidad que desconocíamos, que nos induce a brindar cuidado, cercanía y calidez al corazón en cuestión.

Me pasó antier. Sí, de nuevo. Y sí, dirán: ¡eso qué, siempre te pasa! No puedo refutarles. Me conocen tanto, y para tantas cosas son tan predecible, pero permítanme continuar y comprenderán que tras esta confesión hay un panorama que la vuelve emocionante y querible.

Resulta que el CEC (Corazón En Cuestión) es tan parecido al mío. Se preguntarán: bueno, ¿y eso que tiene de extraño? Les sucede a muchos, todo el tiempo. Y estoy de acuerdo. El detalle es que, por inverosímil que pueda resultarles, ¡estaba olvidando cómo era el mío! En la tarea de conocer, escudriñar, empatizar con corazones ajenos, se corre el riesgo de ir olvidando los detalles originales del propio, al que se le forza -con la mayor de las buenas voluntades- a rodar a diferentes velocidades de las suyas, algunas veces a marchas forzadas, otras literalmente en neutral, con tal de embonar en la dinámica del corazón ajeno al que se pretende acceder. ¿Y saben algo? Esto resulta TAN DAÑINO, más cuando se vuelve un hábito y acción refleja en cada nueva ocasión.

Por eso esta vez mi corazón actuó raro, lo noté raro. No al punto de preocuparme pero sí mantuve distancia dejándolo actuar. Se rascaba la válvula aórtica, se acomodaba los ventrículos, se sacudía delicadamente el tabique interauricular.  Y así en repetidas ocasiones. Después, confiado comenzó a dar pequeños pasitos -Ok, latidos- con mayor seguridad y certeza. ¿Les ha pasado que llegan a un lugar y se dicen «Ya he estado aquí»? Esa misma sensación es la que lo embarga ahora, y tras años, muchos muchos años de no experimentarla tan a cabalidad, comprendo que se sienta extraño pero a la vez conmovido y atraído para seguir escudriñando en su reciente y tierno hallazgo.

No sé qué rumbo pueda tener el haber descubierto este corazón. Pero haberlo encontrado basta para aventarme un clavado en el mío, sacudirle el polvo, y alimentarlo con lo que lo hace latir en su afinación correcta. ¡Qué bendición!

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Fotografía por Ale Serrano