Heridas

Vives procurando ser feliz con lo que tienes, con lo que te alcanza, con lo que deseas. Pero no es tan fácil como piensas, y es inevitable -siempre sucede- que termines lastimado. Vas con la herida encima, lamiéndola, esperando que cicatrice.  Te resistes al dolor, te convences de que has mejorado hasta que, de repente, el menor de los soplos remueve la corteza que se había formado, encontrando bajo la cicatriz sangre molida y pus emanando un olor que repele. Contemplas con asco ese amasijo carnoso putrefacto y hediondo, y te duele.

Hay que dejarle caer un chorro de alcohol y tallar sin reparo con estropajo, agua y jabón. Remover la costra hasta encontrar carne fresca y limpia debajo de ella. Mantenerla descubierta y limpia para que el aire y la vida hagan lo suyo. Dolerá -quizá más- hasta  el día en que haya sanado, quedando dispuesta la piel para seguir amando.

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jeroen_bennink