Llegó el 5 de agosto del 2016 y con ello la esperada inauguración de los XXXI Juegos Olímpicos en Río de Janeiro. Después del performance introductorio, siguió el desfile de las delegaciones participantes. Algunos contingentes numerosos, otros que se podían contar con los dedos de las manos, los habituales comentarios sobre los trajes de gala… Mientras esto sucedía, imposible que no destacara la abanderada de Irán en cuanto hizo su aparición, y no por llevar sobre su cabeza el tradicional velo musulmán, sino por ir en silla de ruedas.
Hablo de Zahra Nemati, atleta nacida en Kerman, Irán, en 1985. Apasionada del deporte desde pequeña, para sus 18 años era ya cinturón negro en taekwondo. Pero en el 2003 un accidente le lesionó la columna, quedando parapléjica. Unas fuentes mencionan que fue un impacto en coche, otras que sucedió durante un catastrófico sismo al noreste de Irán que cobró más de 35 mil vidas. Como haya sido, la vida de Zahra dio un giro de 180°.
Pienso que entre aquellos que padecen un infortunio del que resulta una situación discapacitante, quienes practicaban algún deporte -no como hobby sino con carácter competitivo- cuentan con un carácter especial, un plus para encarar con mayor vehemencia su nueva situación de vida.
Y este fue el caso de Zahra. En 2006 comenzó a practicar el tiro con arco, compitiendo a los pocos meses en torneos nacionales con buenos resultados. Su esmero la volvió integrante de la delegación paralímpica de su país que acudió a Londres 2012, ganando dos medallas de oro (individual y por equipos) en su especialidad, y convertiéndose en la primera atleta iraní en conseguir una presea dorada en olímpicos o paralímpicos.
Pero esto no fue el «techo de cristal» de Nemati. Para Río 2016 consiguió la hazaña de clasificarse en tiro con arco individual en ambos Juegos, algo sólo alcanzado por la italiana Paola Fantato 20 años antes. Eso le valió para ser designada la abanderada por Irán, lo cual hizo con una elegancia y dignidad que dio la vuelta al mundo entero. ¡Enhorabuena!