Icosaedro

Podrán pensar: ¿Qué de interesante puede decir un conejo? Y no lo voy a considerar una falta de respeto, más de una vez me he hecho la misma pregunta al cruzarme con algún humano. A mi favor puedo decir que en mis 25 años-conejo me han pasado cosas divertidas, interesantes y hasta únicas. Por otro lado, cabe mencionar que los conejos nos hemos caracterizado por nuestro bajo perfil, sin ser tan exhibicionistas (o attentionwhore) como los perros, gatos, o incluso los caballos. O a ver… ¿me podrían mencionar 5 conejos famosos en la historia de la humanidad? ¡Corre tiempo! Sí, claro, el más famoso que tooodo mundo en toooodas las ocasiones menciona primero es Bugs Bunny. Seguimos, dos: ¡Tambor el de Bambi! Va, ¿tercero? ¡Roger Rabbit. Ok… pregúntenle a un millennial por Roger Rabbit y la mitad pondrá cara de What? mientra da un trago a su botellita de agua alcalinizada. Pero se las compro. Cuarto: ¡el del Quick! (Se llama Quicky por cierto, en un derroche de creatividad). Quinto, venga… ¿Ya no recuerdan ninguno más? No me decepcionen :(. Por allá escucho decir entre dientes «el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas». ¡Exacto! Tan famoso e importante en la historia de la humanidad que Lewis Carroll no se tomó la molestia de ponerle un nombre (jijiji, lo que ha servido desde 1865 para bullearlo de lo más sabroso)… pero ok, sí eso ayuda para completar la lista. Por cierto, no me he presentado. Mucho gusto, mi nombre es Esquilax.

Antes de que pongan cara de asombro, debo decirles que lo más divertido, interesante y único que me ha pasado es ser roomie de Morena. Mi recuerdo más remoto es un día despertar y encontrarme entre sus brazos. Puse carita de «¡No me asfixies!» (era muy pequeño), la cual comprendió rápido para de inmediato aflojar unos milímetros sus brazos, lo que me hizo sentir más confortable. No digo que en mis 25 años-conejo no lo haya vuelto a hacer (de hecho, más de lo que pudieran pensar), pero ya no soy el mismo pequeñuelo de antes que siente que la vida se le va en el primer abrazo. He crecido de la mano de sus cuidados, mimos y regaños (cómo no mencionar sus regaños), para volverme el Esquilax que orgullosamente soy ahora, a mucha honra. Respecto a mi nombre y sin hacerles largo el cuento se remite a una escena de Los Simpsons que pueden descubrir fácilmente en Internet googleando Esquilax Los Simpsons. El tiempo que invertiría en explicarles lo puedo aprovechar mejor en dar unos sorbitos de agua, mordisquear unas hojas de lechuga, o mantenerme al acecho de la maleta de su amiga Mariana para saltar de imprevisto a su interior cuando la abra.

Si me pidieran una palabra para describir a Morena, sin pensarlo dos veces respondería: ICOSAEDRO. No se pregunten cómo conocí la palabra (yo no les he preguntado cómo es que están leyendo las palabras de un conejo) pero tengo la plena certeza desde entonces que la describe perfectamente. Para quienes no están muy entendidos en Geometría, un icosaedro es un cuerpo -geométrico- que tiene 20 caras. No lo interpreten como esa gente que tiene 20 caras según su conveniencia, no. En el caso de Morera me refiero a todas facetas que comprende su personalidad, y que desde el ángulo que la veas puedes apreciar como si se tratara de mirar en un kaleidoscopio. Así, podemos conocer una Morena alegre, feliz, divertida, entusiasta, creativa, ocurrente, intensa, metódica, servicial, curiosa, inquieta, efusiva, temperamental, reflexiva, analítica, dedicada, nerviosa, inteligente, perspicaz y tierna. Y no son sinónimos, porque Morena tiene la peculiaridad de llevar cada una de sus caras al límite, revelando en cada caso una luminosidad que sorprende y que me vuelve muy feliz de ser su roomie.

Podría seguir contando maravillas de Morena, de nuestras aventuras, de las noches que ha pasado en vela porque se le metió una idea a la cabeza y no dormirá hasta llevarla a cabo, de la cara de seriedad que me pone cuando cometo alguna diablura, de lo bien que la pasamos cuando me acerco hasta ella para que me acomode entre sus manos mientras lee un libro, de lo consentido que me tiene y me lo demuestra con adjetivos cursis pero bonitos como dientecito de ajo naricita de azucar, que al escucharla entrar a nuestro departamento me hacen correr desde donde esté para buscarla y decirle con una mirada ¡Te quiero!