Vejez

La veo cruzando la calle. Consumándose por la edad. Necia, terca, intransigente, odiosa.

El destino no la premió como llegó a pensarlo. Sus últimos días -lo sabe- son repugnantes, tediosa repetición de ritos inútiles que realiza con torpeza. Brazos y piernas flácidas revistiendo un esqueleto endeble y atacado por la osteoporosis la vuelven lo más cercano a un espectro humano. ¿Hasta cuándo? Sólo su corazón lo sabe.

Despierta. Aunque sea una falacia, porque hace años que no tiene una buena noche de sueño. Las horas le pasan inundadas de recuerdos de su infancia y las más fútiles divagaciones. Las pocas veces que sale de la colonia le atormenta haber olvidado cerrar la puerta, el gas, el portón. Cerrar. Cuando lo que quisiera ya cerrar es con su vida.

Me veo viéndola cruzar la calle, consumándome por la edad. Necio, terco, intransigente, odioso. ¿Hasta cuándo? Sólo mi decisión lo sabe.

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VinothChandar