No olvidemos que no se olvida

De mi padre adquirí el hábito por la lectura de noticias y el interés por la historia. Como tantos «contemporáneos», crecí teniendo en casa la edición diaria de El Norte (periódico de mayor circulación en mi ciudad), y -coincidirán algunos conmigo- por muchos años nuestra sección favorita era la Deportiva por incluir en ella una página entera dedicada a caricaturas (Educando a Papá, Lorenzo y Pepita, Nunca falta alguien así…), que los domingos se transformaba en un folleto independiente y a colores, lo primero que expropiaba del periódico viendo Chabelo y a punto de almorzar tacos de barbacoa para completar el cliché de escena dominical matutina en buena parte de las familias regiomontanas.

Ello nunca menguó la curiosidad innata por seguir durante el día ‘trasteando’ el resto de las secciones, en particular la Internacional (sección principal), que recorría página con página con detenimiento en cuanto el señor de la casa acababa con su lectura. Desde mi infancia resultó el material de documentación perfecto para enterarme de la situación política y económica del mundo al que había llegado, aún polarizado en las postrimerías de la Guerra Fría y con Miguel de la Madrid al frente de la presidencia de este país. Agotada dicha sección seguía mi recorrido por la Nacional, la Local y la Deportiva (necesario hacerlo en ese orden para alimentar el incipiente TOC), completando un panorama si no absoluto sí lo mayormente completo (para los recursos informativos de la época) de lo que se cocía en los diversas esferas que componían un planeta en los umbrales de la globalización.

Como referencia, pasan los años y sigue en mi mente una fotografía incluida en la sección Local, quizás de mediados de julio del ’85, posterior a las elecciones estatales celebradas ese año, de una pinta que apareció en la Macroplaza con la frase: JORGE TE PIÑO, juego de palabras utilizando el nombre del recién triunfador a la gubernatura por el PRI, Jorge Treviño, quien venció -se mantiene la tesis que amañadamente- al candidato panista Fernando Canales (y posterior gobernador abandonante de su puesto por ocupar la Secretaría de Energía con Fox).

Tres años después recuerdo que tanto televisión como periódico se volvieron los medios por los que seguí el agitado pulso que llevó el país con motivo de las elecciones presidenciales y los caudillismos de Manuel J. Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas, opuestos pero representativos de las aspiraciones de derecha e izquierda para sacar al PRI de Los Pinos (oh vanas ilusiones), con su ya conocido y penoso desenlace.

Fue precisamente ese 1988, el primer domingo de octubre, que en la sección Nacional apareció un reportaje detallando y conmemorando los acontecimientos sucedidos 20 años antes, originados por la violenta represión a una manifestación estudiantil en fechas previas a la inauguración de los Juegos Olímpicos. Fotografías en blanco y negro acompañando el texto confirmaban lo narrado: soldados atrincherados y con fusil en mano, tanquetas atravesando la Plaza de las Tres culturas, jóvenes huyendo con desesperación, unos sometidos por las autoridades y sufriendo vejaciones, otros ya abatidos por las balas tanto de militares como de francotiradores detectados en los edificios aledaños, pilas de zapatos y más pertenencias abandonadas como testimonial de la tragedia acontecida…

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Enterarme de tal ignominia golpeó mi entonces en formación conciencia social, cimbrada hacía pocos meses ante el robo de la elección presidencial a Cárdenas y su PFCRN. La misma maquiavélica maquinaria que bajó el switch para que se cayera el sistema 20 años antes no se tentó el corazón para pasar por encima de una multitud de jóvenes que contagiados por el ambiente contestatario también surgido en otras latitudes del planeta [más info] salieron aquella tarde de sus hogares y escuelas para desde distintos puntos del Distrito Federal y agrupados bajo diferentes coaliciones, volver las calles por las que transitaban ríos humanos que el 2 de octubre convergieron en tan icónico espacio, sin imaginar jamás que muchos de ellos no regresarían jamás.

45 años después puede haber una infinidad de motivos para ignorar, minimizar o trivializar la fecha. Otros tantos eventos, quizás más crueles por su naturaleza o duración nos han azotado. Miles de asesinados inocentes que se suman a las estadísticas de un país que no encuentra sosiego ni la conducción adecuada por sus dirigentes. Brotes espontáneos y poco fructíferos de rebelión para poner un ALTO a los ultrajes sufridos desde entonces por parte del gobierno e instituciones en teoría al servicio de la población pero que se vuelven sus verdugos, en ocasiones con una alevosía que hacer hervir la sangre, como lo sucedido con Alberto Patishtán y cientos de casos más a lo largo y ancho de este herido país que tiene la más importante y representativa plaza pública nacional tomada por el gobierno para contener su empleo como foro de expresión de las injusticias del régimen.

Expresa Marx en uno de sus tantos escritos: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa». Y la manera en la que se están desenvolviendo las cosas en nuestro país nos remite dolorosamente a la confirmación de su sentencia. Por encima de maquinaciones conspiranóicas, a quienes les resulta conveniente [póngales usted nombre] han realizado de magistral manera su tarea de disipar cualquier principio de cohesión nacional que forje una conciencia social que permita a este país salir del letargo al que se le ha inducido. Con angustia se vislumbra el empujón que hace el gobierno hacia el precipicio al más preciado recurso natural y unas manos ambiciosas esperando el botín, metáfora de lo que se ha venido haciendo los últimos 25 años con el patrimonio nacional.

Sin embargo, en cada padre de familia que sale a ganarse el pan para los suyos, en cada madre que madruga para preparar el lonche y alistar a los hijos para mandarlos a la escuela, en cada hijo que estudia y trabaja para ayudar con los gastos del hogar, en cada muestra desinteresada de solidaridad que ante toda tragedia la nación entera vuelca sobre lo más necesitados, en cada jaculatoria de ánimo que pronunciamos cuando nos vemos apesumbrados, en cada acción en beneficio propio y de los que nos rodean, estamos construyendo un mejor futuro para los nuestros y los que vienen, en espera del chispazo que nos haga converger en un mismo propósito, eso que algunos llamamos utópicamente revolución.

Hoy, 2 de octubre del 2013, la lucha sigue.

Pd: ¡Ah qué bonita es la lucha con una chingada!

(Sahori)

Exorcisándome

Quienes me conocen (y quienes no ya se enterarán luego de que lean mi libro), saben que soy muy apegado a la numeralia: que si el tercer aniversario de esto, que si faltan 50 días para esto otro…; por tanto, imposible no encontrar en el día de hoy, a 13 años de aquel evento que transformó mi existir, un motivo para añadir dos neuronas más a la reflexión que me provoca.

La misma tiene al menos un par de semanas girando alrededor de que al ser ya 13 años, un número al que popularmente se le han atribuido connotaciones cabalísticas, sea ‘tiempo’ de sacudirme el maleficio bajo el cual he permanecido desde entonces, en un incompleto duelo por lo que perdí y falta de aceptación de lo que recibí. Entiendo, y desde luego en parte por mi profesión, que en estas cuestiones no hay tiempos ni medidas establecidas, pero tampoco es válido, mucho menos saludable, cargar con los pesares eternamente.

Ayer mismo caía en cuenta que no me duele tanto lo que pasó sino lo que he dejado de hacer, y cambiarlo está completamente a mi alcance. Por encima de lo trillado que resulta la auto-motivación y los discursos de superación personal, es auténtico hay un cúmulo de circunstancias que está en mi decisión su curso, y aunque suela infravalorarlo, voy para un par de meses que asumí con gusto y convicción tomarles las riendas y encausar mi andar de modo tal que recupere la calidad de vida que he venido dejando en pedazos por el camino. Si me toma otros 13 años recuperarla, no serán años de esfuerzo en vano. ¿Me acompañas?

Películas Julio 2013

Comparto como he venido haciendo a lo largo del año la lista de películas vistas durante el mes, siendo julio el más paupérrimo en cuanto a mi dedicación a este hobby:

  1. Pacific Rim, 2013
  2. Monsters University, 2013
  3. The Purge, 2013
  4. The place beyond the Pines, 2012
  5. Halt auf freier Strecke, 2011
  6. American Psycho, 2000
  7. Kiss of the spider woman, 1985
  8. Natacha, Perú 1970

En mi descargo, agrego que parte del tiempo que dedico al ‘ocio’ lo dediqué a ver los 26 capítulos del ánime Neon Genesis Evangelion ý dos de sus películas complementarias (Death & Rebirth, The End of Evangelion) así como la primera temporada de la serie Bates Motel (10 capítulos).

Películas Junio 2013

Con junio se lleva a la mitad del año y como en los meses anteriores, comparto el listado de películas que vi durante el mes, con nombre original, país y año:

  1. Stoker, 2013
  2. Ginger & Rosa, 2012
  3. Frankenweenie, 2012
  4. 7 Dias En La Habana, Francia 2012
  5. The King’s Speech, UK 2010
  6. Gone Baby Gone, 2007
  7. Primer – 2004
  8. Jeux d’Enfants, Francia 2003
  9. Balseros, España 2002
  10. Waking Life, 2001
  11. 27 Missing Kisses, Georgia 2000
  12. Mad Max Beyond Thunderdome, Australia 1985
  13. Testament, 1983
  14. Mad Max 2, Australia 1980
  15. Repulsion, UK 1965
  16. North by Northwest, 1959

Sólo para el records, luego de 6 meses he visto este 2013 un total de 199 películas. ¿Alcanzaré las 400?

De enfermedades, internamientos y fallecimientos de reyes del Pop.

Dos días después de mi cumpleaños, y con al menos dos semanas sintiéndome muy debilitado, aquella mañana amanecí con una fiebre espantosa que permaneció inmutable a pesar del baño con agua fresca horas antes y antibiótico intramuscular.

Papá me trajo el almuerzo pero era tal mi sensación de enfermedad, que por primera vez en 9 años le pedí que llamara a la EMME para que me trasladaran de urgencia al hospital. Si bien vivo a 30 minutos en coche de la clínica, me sentía tan mal que no deseaba correr el menor riesgo de empeorar en el trayecto, por lo que me era necesario vinieran en ambulancia para trasladarme y así contar con la asistencia indispensable.

A los 20 minutos llegaba a casa la unidad de emergencias. Mucha sorpresa le causó al paramédico que me tomó los signos vitales que rondara por los 40°C de temperatura. Recuerdo las palabras del doctor: «Antes no has colapsado, chavo». Después de colocarme un medicamento intravenoso para disminuir la fiebre se dispusieron a trasladarme al hospital, acompañado por mi madre. Por llegar en ambulancia fui ubicado inmediatamente en el área de urgencias, en donde me sacaron las muestras de sangre pertinentes para proceder al internamiento. Más sorpresa todavía enterarme que mi nivel de hemoglobina estaba en 5.3 (el mínimo recomendado es 10-11), lo que me tenía en un estado de anemia y debilitamiento del sistema inmunológico que abrió la puerta para adquirir una neumonía, diagnosticada posteriormente, de la cual ni enterado estaba.

Luego de un par de horas y recuperado por efecto del medicamento intravenoso de la fiebre que me azotaba, coincidiendo además con la hora de ingresos de internamiento (1 pm) fui llevado al segundo piso del hospital. La noticia del día hasta ese momento era el fallecimiento de Farrah Fawcett (popular protagonista de la serie Los ángeles de Charlie), la cual quedó completamente opacada poco después de las 2 pm cuando corrió como reguero de pólvora la noticia de la sorpresiva muerte de Michael Jackson a los 50 años de edad. De la misma me enteré escuchando alguno de los cortes informativos en el pequeño televisor con el que contaba uno de los pacientes en la habitación a la que había sido llevado, si bien mi plena concentración la ocupaba en mantener la calma y la esperanza con la confianza de que estando ya en el hospital las cosas tendrían que mejorar.

Y mejoraron. El 10 de agosto, tras varias semanas alejado de la computadora e Internet emitía de nuevo señales de vida. Cuatro años después, sin fiebre y con un adecuado nivel de hemoglobina, de nueva cuenta papá me trajo el almuerzo y le comentaba: «Hace cuatro años me trajiste de almorzar y te pedí que le hablaras a la EMME». Su parca respuesta fue: «¿Y eso por qué me lo dices?». Y no es descabellada su pregunta; ¿por qué lo hago, por qué escribo sobre ello? Porque escribo para no olvidarme, pero además, para recordar que voy dejando tras de mí una estela de alegrías, esfuerzos y vicisitudes de las que he aprendido y en las que me apoyo para continuar mi andar.