Ayer, tomando las pertinentes medidas, tuve la gracia de compartir un mensaje de despedida y consuelo a la familia cercana a mi prima mayor, por el fallecimiento de su suegro.
A modo de contexto, desde allá por el ’98 que falleció mi abuela, me ha sido encomendado de ambos lados de la familia ser el Palabrero no oficial en ocasiones como ésta, lo que hago con gusto y la responsabilidad de acercar un pensamiento de serenidad y gozo en medio del dolor y la tristeza.
Esta cápsula del tiempo quiero dedicarla a «mis muertos» en lo que va del siglo, que a decir verdad, han sido pocos. Entre la familia nuclear cuento a mi abuelo Juan, a su hija, mi tía Lupe, a mis tíos Chema y Licha, hermanos de mi madre, a mi prima Santa Cecilia, hija de Licha.
También han fallecido amistades y personas significativas en mi vida, sin ir tan lejos el Padre Evaristo recientemente; hace ya algunos años don José, papá de mi amigo Pepe; mi amigahermana Nora, que desde que me conoció me tuvo un cariño muy cálido y fue doloroso enterarme de su fallecimiento a tiempo después de haber sucedido.
Seguro en años venideros seguirá creciendo la lista porque se nos viene La Vejez© a la camada a la que pertenezco. Y -nunca estorbará- agradezco haberme escapado hace 20 años de ingresar a la que tal vez en algún lugar y momento hubiera escrito alguien más.