Desde hace algún tiempo he tenido la costumbre de comenzar cada año haciendo un poco de lo que me gustaría hacer muchas veces a lo largo del mismo.
Así qué apenas nos dimos los abrazos, bebimos la sidra y comimos las uvas en punto de la medianoche, salí a «dar la vuelta a la manzana» en la colonia de mi hermano, como augurio de un año con muchos momentos para rodar. En la madrugada antes de dormir escuché la lista de recomendaciones de Spotify, y por la mañana terminé de leer «Primavera con esquina rota» de Benedetti, curiosamente el primer libro que leí completo después del accidente, en enero del 2001. También vi un par de películas: mi gran favorita Captain Fantastic y Neruda. Hace rato compré el vuelo para el primer viaje -corto- del año en próximas semanas, y quise terminar el día haciendo lo que más me encanta, a lo que desde hace bastante tiempo deseo dedicarme y que espero encaminar mis esfuerzos para este 2018 ya no darle más rodeos: escribir.
Está de más enumerar la lista de propósitos que me puse para este año, se irán enterando de ellos poco a poco. Confío en cumplirlos, como confío contar con ustedes para arroparme de las fuerzas necesarias para alcanzarlos. A quienes fueron cómplices el año que terminó, ¡muchas gracias! La vida sigue, y quiero seguir escribiéndola.