¿Les ha pasado sentirse en una encrucijada en la que por su cabeza cruzan un montón de ideas, muchas de ellas contradictorias entre sí, pero que en el fondo, si las pudieran despejar todas, saben que se encuentra la respuesta precisa a su conflicto?
Así me he sentido las últimas semanas. Qué digo semanas, ¡meses! Sin embargo la cobarde duda intimida y acorrala, a tal punto de mantenerme haciendo las mismas cosas, con los consecuentes mismos (tristes) resultados. En palabras más entendibles: aferrado cómodamente a mi silla de ruedas de confort.
Creo que hace cinco años tras pasar por una intervención quirúrgica me hacía una reflexión parecida, descubriendo que me pasa con frecuencia con la gran diferencia de que en cada ocasión es menos el margen de tiempo que tengo por delante para ejecutar el tan entusiasmante giro de los hechos que mi guionista interior arde en deseos por escribir. Para su mala fortuna, hubo mal casting.
Pero al mismo tiempo que me reprocho no el tiempo desperdiciado (puedo con cierta dignidad afirmar que aunque no lo he invertido en lo que tendría que serme prioritario, lo he gastado y disfrutado tanto como he podido) sino en posponer y volver a posponer las cosas que me serían de mejor beneficio, también vislumbro a corto plazo la coyuntura perfecta para asirme de ella y dar -ahora sí- “El brinco”, con plena satisfacción de que, si tal vez hace años lo debía, ahora no tengo nada qué demostrarme: ya lo he hecho.
O si, una última cosa: el que ahora si aproveché los tiempos, las formas y las circunstancias a mi favor para colocarme (porque a veces se me olvida) como mi principal prioridad. Se lo digo al Víctor del 2019 y a quien haya tenido la gentileza de llegar hasta este renglón.
Me gustó! Saludos 🙂