Un jueves diferente a los otros que habían transcurrido durante aquel 1994 resultó el del 23 de junio. Metidos a distancia en la fiesta mundialista de USA 94 -comenzada seis días antes- desperté por ahí de las seis para acudir a la preparatoria con mis ganas habituales de no ir, más como un acto para matar el tiempo y pasaran las horas que con la certera intención de aprender algo.
El destino, suerte, coincidencia o curiosa determinación cósmica decidió que naciera el mismo día que Mary, mi tía paterna más joven, pero nueve años después. Así que desde mis primeros recuerdos está el estar acompañado por la familia y celebrando con ella, mis abuelos y el resto de mis tíos en la medida que sus actividades se los permitían. Cuando cumplió 15 años mis padres la invitaron a viajar con nosotros a Mazatlán, en avión. Imagino fue la primera ocasión que se subió a uno -quizá también yo- y puedo aún recordar su rostro de asombro y admiración en distintos momentos del viaje por estar paseando con la familia de su hermano mayor, mi padre.
Por la predilección de mi tía por la pizza, el punto obligado de festejo muchos años fue algún restaurante de pizzas, obviamente, quedando cuasi-instaurado como de rigor Josephino’s cuando se inauguraron y proliferaron en distintos rumbos de la ciudad. No fue la excepción la tarde del jueves que evoco, reuniéndome con mi abuela y tía para trasladarnos a uno de estos establecimientos -tipo buffet- para comer rico y en abundancia, como dictaba la respetabilísima tradición.
El detalle que volvió diferente aquel momento festivo, además de celebrarse mi quince aniversario de vida, es que doña María, en su derecho de matriarca de los Esparza y siendo yo su primer nieto, quería una foto de estudio de éste. No hubo mucho espacio para la deliberación: terminando de comer nos dirigimos al centro de Guadalupe, hasta uno de los estudios fotográficos cercanos a la plaza principal, a cumplir con el deseo de la abuela.
En el lugar se me facilitó camisa blanca, corbata, saco… y tengo desde entonces tan singular recuerdo, habitual entre las mujeres con motivo de su fiesta de XV, en menor escala pero con una muy cargada dosis de significado. Que además, cabe señalar, se volvió ‘tradición casera’: mis hermanos Juan Luis y Leonel cuentan también con su respectiva fotografía, las cuales orgullosamente luce mi madre en la sala de la casa junto a las de mis hermanas, éstas en mayor dimensión, desde luego.
20 años después, recordarlo es encapsular en un instante 7,300 días de vida, lo cual no es poco. Para los entenderes de mi historia, cumplir 15 años fue saltar de un trampolín a un foso aún desconocido de lo que se llama madurar, lo cual no ha sido tampoco uno de mis rasgos distintivos. Sigo luchando con mis demonios, recurriendo en errores tontos, inventándome nuevos, fallando en la muy útil virtud de la constancia. Pero también sigo vivo, acompañado, amado, y eso, por hoy, me basta.
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(PD. futbolero: Al día siguiente de aquel 23, México venció a su similar de Irlanda 2-1, con tantos de Luis García, triunfo que le consiguió la calificación a 8avos de final en el evento. ¿Hará lo propio hoy la selección nacional? A esperar).