Hoy luego de 15 años volví a un acto público al Colegio Don Bosco, en el cuál pasé tres años de mi vida, no como alumno sino como profesor y asistente entre 2002 y 2005. El motivo fue la misa escolar por la Fiesta de María Auxiliadora, patrona de la Congregación Salesiana. En medio de tanta vorágine, se agradecen enormemente las oportunidades para hacer un paréntesis y conectar con lo que antes fuimos —pero en el fondo seguimos siendo.
Pues tanto tú estás para saberlo como yo para contarlo (porque cada vez lo hago con menos frecuencia), allá en el «tiempo de antes» quise ser sacerdote; y no sólo como un querer: estuve algunos años en el Seminario salesiano, el de Los Hijos de Don Bosco, con tal de alcanzar tal propósito. Un paso rotundo y contundente fue precisamente un 24 de mayo pero de 1999, hace breves 25 años, entregar junto a otros once jóvenes una carta-petición para profesar por vez primera como religioso salesiano durante un año.
Escarbando en el recuerdo de la entrega de la carta, fue en una misa vespertina en la Parroquia de San Antonio Tlayacapan, poblado inmediato a donde estaba el Noviciado Salesiano aquel entonces, en la carretera entre Chapala y Ajijic, Jalisco. De aquellos 12 entusiasmados muchachos hoy en día cuatro son sacerdotes y uno Hermano, y los demás, bueno, espero que tengamos salud 🙂. Me quedo con la respuesta que recibí hoy precisamente al terminar la Misa a un mensaje que envié a una querida amiga:
—Estaba cayendo en cuenta que hace exactamente 25 años, un día como hoy, entregué una carta pidiendo ser Salesiano. Y aquí sigue uno, pidiendo.
—Yo digo que no se pide ser nada, usted nació para ser Salesiano y muchas cosas más.
Así sea. María Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros.