4 de octubre tampoco se olvida (Tríptico)

I

No encontramos a mi hermano. Hace un par de días salió a una marcha, de las tantas organizadas por los revoltosos de la UNAM, que nomás están chingando y lo que menos quieren es ponerse a estudiar y volverse personas de bien como uno. Es un vago hijo de la chingada, pero mi viejecita está preocupada porque no ha vuelto, y como hermano mayor me toca andar preguntando de hospital en hospital, delegación por delegación, si en algún lado tienen noticias de él.

Recuerdo cuando salió de casa, con sus fachas de siempre y su apariencia de me vale madre todo que me caga. Hijo de la chingada. Él no tuvo que chingarse en el campo, andar descalzo entre la milpa arrancando mazorcas, recoger a su padre tirado de ebrio afuera de la cantina. Por suerte el tío Alejandro, ya con unos años acomodado en la capital, le cumplió a su hermana la promesa de sacarla del rancho, y allá dejamos lo poco que teníamos, incluso al cabrón que nos dio la vida. A estos años de seguro ya murió de cirrosis hepática o alguna de esas chingaderas de las que suelen petatearse los borrachos.

Leí en el periódico de ayer que se pusieron feas las cosas. Y bien merecido se la tienen: fíjate que meterse con el gobierno, si serán pendejos. Más faltando pocos días para las Olimpiadas y que se llene la ciudad de deportistas y gente de todas partes del mundo. ¿No podían de dejar de chingar un ratito? ¿No valoran que tienen la oportunidad de estudiar, de progresar, de mejorar en la vida? No como uno que se hizo a golpe de chingadazos y miseria, que se levantó de lo más bajo y que nunca ha dejado de ver por su familia. Y así nomás a la cómoda andan ahí como mi hermano, protestando por no sé qué pendejadas hasta que le colmaron el plato a la autoridad, y aténganse a las consecuencias.

Pero este cabrón tiene tanta suerte que dudo le haya pasado algo malo. Y es tan guevón que seguro iba hasta mero atrás en la manifestación, entre esos que no alcanzaron a colarse a la plaza, donde según me contó una de las enfermeras del Xoco, sí hubo varios heridos y hasta muertos. ¿Quién chingados los trae en el mitote? Ya se las habían advertido y ahí van de nuevo. Si esas no son ganas de joder, no sé qué más puedan ser. Chamacos apendejados con las consigas de dos, tres lidercillos de clase acomodada, que con sus atuendos de intelectuales y aires de incomprendidos, copias baratas del Che Guevara, se atreven a hablar de las luchas sociales. Lúchenle en la obra, en la milpa, en la fábrica, de sol a sol hasta que las manos se les llenen de llagas y no quieran más que revolcarlas en harina pa’ descansarlas tantito.

Me encontré a una señora, derrumbada a lágrimas afuera de otro hospital que visité. Me dio curiosidad preguntarle por qué lloraba, pero alcancé a ver que abrazaba una mochila ensangrentada. Andan muchos papás igual que yo, desesperados, con la angustia de que sus chamacos hayan pasado a mejor vida o estén gravemente heridos. Si los hubieran educado mejor no andarían con esos pendientes. Pero seguro eran de los de “ándele mijo, no se deje, luche por sus ideales”. Y ahorita, a sufrirle. Pero qué chingados puedo decir yo, que ando en las mismas. Lo que hace uno por una madre.

Espero que al volver a casa ya esté mi hermano ahí. Seguro mi viejecita le va preparar unos molletes de frijolitos con chorizo mientras se baña, y se los va chingar muy horondo aventado en el sofá con las patas sobre la mesita de centro y viendo agustote la televisión. Lo agarro de los huevos al cabrón y lo pongo a recoger su cuarto que lo tiene como un chiquero. Y de ora en delante cuál permiso pa’ las marchas, pa’ los mítines. Que se dedique a estudiar que no tiene otra cosa en qué ocuparse, o lo mandamos de vuelta al rancho pa’ que aprenda lo que es la vida dura, faltaba más.

*****

Hace un año que no sabemos nada de mi hermano. Y mi viejecita sigue ahí en la sala, asomándose por la ventana, esperando que llegue para prepararle sus molletes de frijolitos con chorizo, esos que tan buenos le quedan a la condenada.

Molletes de frijolitos con chorizo

El día de ayer, con motivo del luctuoso recuerdo que la fecha exige, escribí para Reversa.mx una colaboración titulada Saliendo, les disparo los molletes.

Es un relato breve en el que narro cómo aborda un individuo la temporal desaparición de su hermano menor, dos días después de la marcha del 2 de octubre que concluyó funestamente en la Plaza de las Tres Culturas.

A las dos o tres horas de publicado, me vino a la mente agregarle una frase final, posterior al desenlace con el que contaba el texto que envíe a Reversa. En primer lugar, experimenté las atinadas palabras de Mónica Lavín acerca de la necesidad de «dejar reposar el cuento», de modo que se asiente, lo asimilemos, y, de requerirse, se le apliquen algunos remiendos o adiciones que a la distancia de haberlo parido consideremos apremiantes.

Pero en segundo lugar, lo que me mortificó fue que con tal adición apuntalaba con mayor vehemencia la sátira que deseo expresar. «¡Magnífico!», podrá pensarse. Y sí, siendo yo el menos indicado en afirmarlo. Pero a la vez me provocó una desazón por dejar en el completo abandono y difamación a la figura del hermano desaparecido. Siguiendo con las apreciaciones de Lavín, en particular la de «el cuento es lo que calla», podría simplemente cruzarme de brazos y permitir que en la mente de cada lector geste los escenarios no narrados correspondientes a los demás personajes involucrados.

Más en un ejercicio reivindicativo, y que ayuda a constituir un relato más complejo sin contar más allá de lo a mi parecer prudente para completar el rompecabezas, me volqué a componer un Tríptico, añadiendo al relato del hermano mayor también el de la madre y el hermano desaparecido.

Para quien guste leerlo, lo comparto en formato PDF: Molletes de frijolitos con chorizo.

Gracias por su lectura y comentarios. En memoria de los jóvenes que aquella noche no regresaron a sus casas, y que trágicamente sigue pasando, QUE NO SE OLVIDE.

No olvidemos que no se olvida

De mi padre adquirí el hábito por la lectura de noticias y el interés por la historia. Como tantos «contemporáneos», crecí teniendo en casa la edición diaria de El Norte (periódico de mayor circulación en mi ciudad), y -coincidirán algunos conmigo- por muchos años nuestra sección favorita era la Deportiva por incluir en ella una página entera dedicada a caricaturas (Educando a Papá, Lorenzo y Pepita, Nunca falta alguien así…), que los domingos se transformaba en un folleto independiente y a colores, lo primero que expropiaba del periódico viendo Chabelo y a punto de almorzar tacos de barbacoa para completar el cliché de escena dominical matutina en buena parte de las familias regiomontanas.

Ello nunca menguó la curiosidad innata por seguir durante el día ‘trasteando’ el resto de las secciones, en particular la Internacional (sección principal), que recorría página con página con detenimiento en cuanto el señor de la casa acababa con su lectura. Desde mi infancia resultó el material de documentación perfecto para enterarme de la situación política y económica del mundo al que había llegado, aún polarizado en las postrimerías de la Guerra Fría y con Miguel de la Madrid al frente de la presidencia de este país. Agotada dicha sección seguía mi recorrido por la Nacional, la Local y la Deportiva (necesario hacerlo en ese orden para alimentar el incipiente TOC), completando un panorama si no absoluto sí lo mayormente completo (para los recursos informativos de la época) de lo que se cocía en los diversas esferas que componían un planeta en los umbrales de la globalización.

Como referencia, pasan los años y sigue en mi mente una fotografía incluida en la sección Local, quizás de mediados de julio del ’85, posterior a las elecciones estatales celebradas ese año, de una pinta que apareció en la Macroplaza con la frase: JORGE TE PIÑO, juego de palabras utilizando el nombre del recién triunfador a la gubernatura por el PRI, Jorge Treviño, quien venció -se mantiene la tesis que amañadamente- al candidato panista Fernando Canales (y posterior gobernador abandonante de su puesto por ocupar la Secretaría de Energía con Fox).

Tres años después recuerdo que tanto televisión como periódico se volvieron los medios por los que seguí el agitado pulso que llevó el país con motivo de las elecciones presidenciales y los caudillismos de Manuel J. Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas, opuestos pero representativos de las aspiraciones de derecha e izquierda para sacar al PRI de Los Pinos (oh vanas ilusiones), con su ya conocido y penoso desenlace.

Fue precisamente ese 1988, el primer domingo de octubre, que en la sección Nacional apareció un reportaje detallando y conmemorando los acontecimientos sucedidos 20 años antes, originados por la violenta represión a una manifestación estudiantil en fechas previas a la inauguración de los Juegos Olímpicos. Fotografías en blanco y negro acompañando el texto confirmaban lo narrado: soldados atrincherados y con fusil en mano, tanquetas atravesando la Plaza de las Tres culturas, jóvenes huyendo con desesperación, unos sometidos por las autoridades y sufriendo vejaciones, otros ya abatidos por las balas tanto de militares como de francotiradores detectados en los edificios aledaños, pilas de zapatos y más pertenencias abandonadas como testimonial de la tragedia acontecida…

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Enterarme de tal ignominia golpeó mi entonces en formación conciencia social, cimbrada hacía pocos meses ante el robo de la elección presidencial a Cárdenas y su PFCRN. La misma maquiavélica maquinaria que bajó el switch para que se cayera el sistema 20 años antes no se tentó el corazón para pasar por encima de una multitud de jóvenes que contagiados por el ambiente contestatario también surgido en otras latitudes del planeta [más info] salieron aquella tarde de sus hogares y escuelas para desde distintos puntos del Distrito Federal y agrupados bajo diferentes coaliciones, volver las calles por las que transitaban ríos humanos que el 2 de octubre convergieron en tan icónico espacio, sin imaginar jamás que muchos de ellos no regresarían jamás.

45 años después puede haber una infinidad de motivos para ignorar, minimizar o trivializar la fecha. Otros tantos eventos, quizás más crueles por su naturaleza o duración nos han azotado. Miles de asesinados inocentes que se suman a las estadísticas de un país que no encuentra sosiego ni la conducción adecuada por sus dirigentes. Brotes espontáneos y poco fructíferos de rebelión para poner un ALTO a los ultrajes sufridos desde entonces por parte del gobierno e instituciones en teoría al servicio de la población pero que se vuelven sus verdugos, en ocasiones con una alevosía que hacer hervir la sangre, como lo sucedido con Alberto Patishtán y cientos de casos más a lo largo y ancho de este herido país que tiene la más importante y representativa plaza pública nacional tomada por el gobierno para contener su empleo como foro de expresión de las injusticias del régimen.

Expresa Marx en uno de sus tantos escritos: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa». Y la manera en la que se están desenvolviendo las cosas en nuestro país nos remite dolorosamente a la confirmación de su sentencia. Por encima de maquinaciones conspiranóicas, a quienes les resulta conveniente [póngales usted nombre] han realizado de magistral manera su tarea de disipar cualquier principio de cohesión nacional que forje una conciencia social que permita a este país salir del letargo al que se le ha inducido. Con angustia se vislumbra el empujón que hace el gobierno hacia el precipicio al más preciado recurso natural y unas manos ambiciosas esperando el botín, metáfora de lo que se ha venido haciendo los últimos 25 años con el patrimonio nacional.

Sin embargo, en cada padre de familia que sale a ganarse el pan para los suyos, en cada madre que madruga para preparar el lonche y alistar a los hijos para mandarlos a la escuela, en cada hijo que estudia y trabaja para ayudar con los gastos del hogar, en cada muestra desinteresada de solidaridad que ante toda tragedia la nación entera vuelca sobre lo más necesitados, en cada jaculatoria de ánimo que pronunciamos cuando nos vemos apesumbrados, en cada acción en beneficio propio y de los que nos rodean, estamos construyendo un mejor futuro para los nuestros y los que vienen, en espera del chispazo que nos haga converger en un mismo propósito, eso que algunos llamamos utópicamente revolución.

Hoy, 2 de octubre del 2013, la lucha sigue.

Pd: ¡Ah qué bonita es la lucha con una chingada!

(Sahori)