We Need to Talk About Kevin, de Lynne Ramsay

(Nota publicada el 20/Febrero/2013 en Cinema Terraza)

Resulta un gusto para mí colaborar con esta reseña para Cinema Terraza y de este modo invitar a la presentación de la primera película en proyección: Tenemos que hablar de Kevin (We Need to Talk About Kevin, 2011), de la directora escocesa Lynne Ramsay y basada en la novela del mismo nombre autoría de Lionel Shriver, publicada en 2005.

We Need to Talk About Kevin nos narra la historia de Kevin –chico con severos problemas de conducta- en diversas etapas de su vida, y la tormentosa relación que mantiene con su madre, interpretada por Tilda Swinton (La bruja blanca de Narnia), quien asume el papel de la autoridad represora, mientras por otra parte, su padre (papel que corresponde a John Reilly, pareja de Will Ferrell en Step Brothers) resulta la figura blanda y manipulable. Para completar el cuadro está Celia (Ashley Gerasimovich) simpática hermana menor y sobre la que que Kevin ejerce maltrato físico y psicológico.

wntak

Las interpretaciones de Jasper Newell y Ezra Miller (Patrick en la reciente Las ventajas de ser invisible) en sus papeles de Kevin niño y adolescente respectivamente son geniales, dotando la personaje de la dosis de perversidad y sabismo necesaria para mantener el ritmo de la trama, la cual tiene un desenlace inesperado y dejará helado al espectador. La cinta recaudó 16 premios en los diferentes festivales en los que participó, y consiguiendo nominaciones tanto Lynne Ramsay a la Palma de Oro (Cannes) a Mejor Director como Tilda Swinton a Mejor Actriz en los Globos de Oro, reflejo de lo bien lograda de la producción y el preciso abordaje de una problemática cada vez más manifiesta en la sociedad: los hijos tiranos.

Tenemos que hablar de Kekin no es una película fácil por la intensidad de las emociones que transmite y provoca, pero es una joya del cine que por encima de intenciones taquilleras y temátias banales vale la pena disfrutar y afrontar el merecido debate sobre la educación de los hijos que despierta.

Beasts of the Southern Wild, de Benh Zeitlin

En una fecha que parecía no llegar, al fin este viernes se estrenó en México de manera comercial la fabulosa película Beasts of the Southern Wild (2012), torpemente titulada para nuestro país Una niña maravillosa. Lo de «fabulosa» pocas veces mencionado de tan atinada manera pues estamos ante la narración de una maravillosa fábula tan bien llevada a la pantalla por Benh Zeitlin (1982) en lo que es su primer largometraje.

La cinta, basada en la obra de un solo acto Juicy and Delicious de Lucy Alibar y adaptada para el cine por ella y Zeitlin, nos acerca a la vida de Hushpuppy (protagonista y narradora de la historia), pequeña de 5-6 años que vive con su padre en un barrio marginal de lo que suponemos Luisiana y el cual al verse azotado por una tormenta termina inundado, evocándonos inmediatamente la tragedia acontecida en la región tras el huracán Katrina.

Los detalles que anteceden a tal evento, el modo de sobrellevar el momento crtítico de la mismo por la pequeña, su refunfuñón y alcoholico padre y los vecinos del barrio, así como la manera de sobrevivir y empezar paulatinamente a reanudar la vida de la comunidad, alejada del asistencialismo gubernamental, son de magistral manera narrados audiovisualmente por Zeitlin, aprovechando el recurso de la imaginación infantil para transformar los hechos duros y crudos y presentarlos al espectador a través de los ojos de la protagonista como digeribles y no por ello faltos de emotividad o realismo. Basta escarbar en nuestros recuerdos infantiles para evocar la manera en la que terminábamos entendiendo tantas cosas de difícil comprensión para ponernos en lo zapatos de Hushpuppy y razonar, sufrir y llenarnos de esperanza junto con ella conforme se desarrollan los acontecimientos.

When it all goes quiet behind my eyes l see everything that made me flying around in invisible pieces. When l look too hard, it goes away. But when it all goes quiet, I see they are right here. l see that l’m a little piece of a big, big universe. And that makes things right». Hushpuppy.

Beasts of the Southern Wild fue exhibida por primera ocasión durante el Sundance Film Festival (enero 2012) y a lo largo del año y su aparición en 25 festivales se volvió acreedora a más de 50 premios y estar nominada en 4 categorías para la 85 entrega del Oscar: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Adaptado y Mejor Actriz (siendo Quvenzhané Wallis a sus 9 años la actriz más joven en la historia de estos premios en recibir una nominación), lo cual se traduce en una excepcional acogida tanto de la crítica como de la audiencia, y digna de ser considerada como una de esas cada vez menos afortunadas películas que tienen o tienen que verse.

Beasts of the Southern Wild

Django Unchained, de Quentin Tarantino

Después de tres años de su tanto polémica como exitosa Inglourious Basterds, y de nuevo contando entre el reparto protagonista con la actuación del austriaco Christoph Waltz, regresa Quentin Tarantino a los cines para estremecer al respetable con DJANGO UNCHAINED.

Como sucede con este tipo de películas, en las que los trailers resultan insuficientes para dimensionar el tamaño de su grandeza pero al mismo tiempo van surgiendo todo un repertorio de opiniones por los críticos de cine que pueden apreciarlas antes que el resto de los mortales (comezó a levantar ámpulas luego del adelanto de 7 minutos que se sirvió en mayo pasado durante el Festival de Cannes), no puedes sino acercarte a la sala -después de haber contenido la tentación de descargarla y desechar de una vez por todas tus incógnitas- con ese extraño sabor de boca de presenciar un film del cual o puedes terminar enamorado, o por el contrario, decepcionado rotundamente. Tal polaridad tan de Tarantino que le ha posicionado en el lugar que actualmente ocupa en la constelación de personalidades hollywoodenses.

Confieso que lo menos que llevaba a la función era una mente alejada de cualquier imparcialidad, tras haber leído esta abundante y documentada reseña de Mariano Kairuz, conocer las (sobre todo desde lo técnico) muy atinadas impresiones de Fernanda Solórzano, y desde luego, la «fansidad» que le profeso a Tarantino desde hace 18 años y Pulp Fiction. Añadámosle el cúmulo de expectativas acumuladas y que la escena inicial está diseñada para no solo envolverte sino comprometerte emocionalmente con la trama a desarrollar, quedando hasta el más despistado después de ella enterado de qué va el film. Aprovecho para señalar que desde la presentación de los créditos hay esa confabulación especial del cine de Tarantino entre imagen y música, de la que el mismo director da cuenta:

To me, movies and music go hand in hand. When I’m writing a script, one of the first things I do is find the music I’m going to play for the opening sequence.

Es inevitable preguntarse después de 30 minutos: Si la trama va fluyendo y todo parece marchar miel sobre hojuelas, ¿en qué demonios va emplear Tarantino el par de horas restantes?, y es que si de algo puede pecar la película es de su extensión, que por otro lado parece haber una tendencia en el cine norteamericano respecto a la despreocupación de tal asunto (abordado por Steven Zeitchik en su columna en LA Times). Mas conforme transcurren y se van desahogando los diferentes conflictos que aborda la trama, tejiendo el climax de la misma conforme se acercan a la consecusión de su ulterior propósito (el rescate de Broomhilda) descubres que suma en total 165 minutos porque cada pasaje es narrado sin el menor de los apresuramientos, incluyendo el puntual -y satírico la mayoría de las veces- discurso que le merezca. Como sucede con la ridiculización de los pininos del KKK y el dilema de sus miembros sobre si llevar o no capucha, la cual de paso da oportunidad para disfrutar brevemente de la natural comicidad de Jonah Hill (Superbad, Moneyball).

I had no idea you were a married man. Do most slaves believe in marriage? (Dr. King Schultz).

Otra inquietud que surge, luego de transcurridas dos horas de película es: ¿A esto se referían con «es demasiado sangrienta»?, y te transita por la cabeza la escena de la explosión y aniquilamiento de nazis -Hitler incluido- en el cine de Shosanna Dreyfus o aquella en la que Beatrix Kiddo tiene que liquidar primero a todo un ejército de aguerridos discípulos antes de enfrentarse a O-Ren Ishii. Y es justo entonces cuando llega el momento de tragarte tus palabras, siendo inevitable hagan eco en tu cabeza las palabras de Fernanda: «Tarantino está repitiendo una fórmula con respecto a sí mismo». Desde luego, nada de lo que quienes hemos seguido su trayectoria podamos espantarnos.

Django set

Redondeo mi opinión respecto a Django Unchained con un par de comentarios. El primero, a propósito de la severa crítica de Spike Lee -actor y director afroamericano- acerca de la manera de abordar el tema de la esclavitud por Tarantino. «La tragedia de mis ancestros no es un western spaghetti dirigido por Leone», externó en Twitter, añadiendo que por ningún motivo vería la película. A mi parecer, fuera de resultar caricaturesca, lo presentado por Tarantino es una sentida crítica a una época tan negra de la historia de su país y exhibiendo la crueldad que conllevó para miles de seres humanos sumergidos en un remolino de avaricias y sinrazones, misma que -por citar un ejemplo muy a la mano- Steven Spielberg asumió por sobreentendida en el desarrollo de Lincoln (2012).

El segundo, sobre el papel que la desmedida violencia visual (a través de cualquier plataforma) juega en el marco de la actual ola de violencia que se atraviesa, en particular la acaecida precisamente en territorio norteamericano. Creo, y lo reitero: a título de opinión puedo estar equivocado, que en la caso de esta cinta (y el resto de los films de Tarantino) es tal la exageración de la misma que se vuelve un recurso ironizante y crítico de lo que precisamente se ve, teatral si cabe llamarle de tal modo. ¿Cuántas personas saldrán de la proyección de Django con la intención de asesinar a alguien? Dudo que alguna pues la intenciones del director apuntan hacia otros terrenos y creo consigue dejarlo claro. La última palabra, desde luego, descansa en cada uno.

Django Unchained

*Si ya la viste, o estás a punto de, vale la pena deleitarse con el soundtrack alojado en Soundcloud.

El país de las últimas cosas, de Paul Auster

Comencé el 2013 leyendo EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS (In the Country of Last Things), obra de escritor norteamericano Paul Auster, relato en prosa donde el autor, en palabras de Anna Blume a su novio mediante una larga misiva que posiblemente no alcanzará al destinatario, nos pone al tanto de lo que está sucediendo en una ciudad sumida en el caos ante la súbita desaparición de las cosas, y con ellas, de la vida.

El libro fue publicado en 1987, si bien se encuentra entre los primeros ejercicios literarios de Auster durante la década de los 70s. Como el autor lo ha confesado, un par de autores que tuvieron un gran impacto en su vida son Kafka y Beckett, y es posible precisamente apreciar rasgos de resignado existencialismo kafkiano en el relato, si bien en todo momento la protagonista mantiene cierto atisbo de esperanza al punto de emprender la aventura de escribir sus memorias.

Su lectura me resultó agil, bastándome cuatro tardes para consumirlo, y resulta un buen conducto para acercarse a la obra de tan prolífico personaje como resulta Auster, quien no ha escatimado en experimentar tanto diversos estilos literarios como el incursionar en diversos ámbitos, incluso la dirección cinematográfica con guiones de su autoría. Comparto a continuación un breve extracto muy ilustrativo del matiz de la novela.

Tal vez el mayor problema sea que la vida, tal como la conocíamos, ha dejado de existir pero, aun así, nadie es capaz de asimilar lo que ha sobrevenido en su lugar. A aquellos de nosotros que nacimos en otro lugar, o que te­nemos la edad suficiente como para recordar un mundo distinto de éste, el mero hecho de sobrevivir de un día para el otro nos cuesta un enorme esfuerzo.