Nada, de Janne Teller

A mediados de diciembre, Javier Aranda recomendaba a los televidentes que acostumbramos seguir El Mañanero el controversial pero exitoso libro NADA de la escritora danesa Janne Teller. Externando con una muy apreciada amiga mi intención de adquirirlo se ofreció a regalármelo, con la sorpresa de estar completamente agotado en las librerías mexicanas de mayor renombre. Y agradeciendo su tenacidad en conseguirlo, me llegó a principios de mes proveniente del extranjero.

Intet (2000) fue escrito por Teller en respuesta a la invitación que recibió por parte de una editorial de escribir un libro para adolescentes. Tras plantearse el modo de abordar algunas inquietudes, se dispuso a escribir aquel que a ella le hubiera gustado leer cuando pasó por dicha edad, partiendo de una reflexión de la cual no pudo escaparse:

Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo.»

Lo que nos narra es el cúmulo de acontecimientos que se desatan entre un grupo de adolescentes ante la actitud existencialista de uno de ellos, Pierre Anthon, quien un día subitamente se pone de pie y abandona el salón de clases para dedicarse a pasar los días trepado en un ciruelo y cuestionando los esfuerzos de sus compañeros, demeritando cualquier actividad humana que, desde su parecer, termina sirviendo para nada. En réplica, el conjunto de amigos deciden hacerle ver a Pierre Anthon que está en un error y toman una decisión que conforme la ejecutan transformará inevitablemente el resto no sólo de sus vidas sino de la comunidad entera.

Por ser considerado irreverente y provocador, se mantuvo durante varios años prohibida su divulgación en varios países incluso de los considerados vanguardistas. Mas como expresa la misma Teller al final de la obra, su intención no fue escribir un libro incendiario sino un cuento de esperanza y luz, misma que no le fue posible alcanzar a los protagonistas de la historia pero deja al alcance del resto de los lectores y de cuantos se atrevan a descubrir el auténtico significado de las cosas.

El libro me tomó tres tardes consumirlo; considero está a la altura de las expectativas que ha generado, y por encima de caer en el riesgo de sembrar una moraleja, se contiene a exponer los hechos y reflexiones que éstos despiertan en los protagonistas. Resultará de particular atracción para los devotos de la literatura existencialista ‘clásica’ (Kafka, Camus, Sartre) y además buen trampolín a los no conocedores de la misma para sumergirse en ella.

No sé de qué puede servir acumular todo el conocimiento de otros. Es suficiente para arrebatar la valentía de todo aquel que no es adulto y todavía no ha experimentado por sí mismo.

El país de las últimas cosas, de Paul Auster

Comencé el 2013 leyendo EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS (In the Country of Last Things), obra de escritor norteamericano Paul Auster, relato en prosa donde el autor, en palabras de Anna Blume a su novio mediante una larga misiva que posiblemente no alcanzará al destinatario, nos pone al tanto de lo que está sucediendo en una ciudad sumida en el caos ante la súbita desaparición de las cosas, y con ellas, de la vida.

El libro fue publicado en 1987, si bien se encuentra entre los primeros ejercicios literarios de Auster durante la década de los 70s. Como el autor lo ha confesado, un par de autores que tuvieron un gran impacto en su vida son Kafka y Beckett, y es posible precisamente apreciar rasgos de resignado existencialismo kafkiano en el relato, si bien en todo momento la protagonista mantiene cierto atisbo de esperanza al punto de emprender la aventura de escribir sus memorias.

Su lectura me resultó agil, bastándome cuatro tardes para consumirlo, y resulta un buen conducto para acercarse a la obra de tan prolífico personaje como resulta Auster, quien no ha escatimado en experimentar tanto diversos estilos literarios como el incursionar en diversos ámbitos, incluso la dirección cinematográfica con guiones de su autoría. Comparto a continuación un breve extracto muy ilustrativo del matiz de la novela.

Tal vez el mayor problema sea que la vida, tal como la conocíamos, ha dejado de existir pero, aun así, nadie es capaz de asimilar lo que ha sobrevenido en su lugar. A aquellos de nosotros que nacimos en otro lugar, o que te­nemos la edad suficiente como para recordar un mundo distinto de éste, el mero hecho de sobrevivir de un día para el otro nos cuesta un enorme esfuerzo.