Quería comenzar el año dispuesto a no extrañar. Despertó temprano con un ligero dolor de cabeza producto de la borrachera que se había pegado la noche anterior, sin embargo, ello no iba a detenerle de manera alguna. Luego de tomar un paracetamol y medio litro de agua, y habiendo, desde luego, refrescado su cara con una buena lavada, se dispuso a ordenar su habitación y guardar en una bolsa de plástico todos los recuerdos de ella, la cual posteriormente colocaría con devoción en algún lugar aún no determinado de la pieza. Libros, postales, fotografías, dvd’s, boletos de avión y recibos varios que acumulaba en uno de los cajones de su escritorio formaban parte del repertorio de recuerdos tangibles acumulados. La tarea le tomó poco menos de 30 minutos, pues si bien no acostumbraba distinguirse por ser organizado, solía mantener en un mismo sitio todos aquellos detalles que a lo largo de los meses los tuvieron vinculados. Cada objeto que pasaba por sus manos disparaba un recuerdo diferente, lo cual, además de hacerle olvidar el dolor de cabeza que menos de una hora atrás le aquejaba, le sumergieron en un profundo sentimiento de nostalgia y melancolía que aderezó escuchando en repetidas ocasiones la canción de Pulp de la cual había editado un video como si tuviera 17 años. Tarareaba no sin dificultad la letra, jamás estuvo la práctica del idioma inglés entre sus contadas virtudes, y repasaba otros tantos momentos de los que si bien no había testimonial físico, éste resultaba innecesario pues, según cuentan, las experiencias acuñadas en el corazón son las que nunca se olvidan, y vaya que ambos habían atravesado por muchas de ellas. Eventualmente esbozaba una ligera sonrisa, por ejemplo, recordando aquella mañana que la vio por vez primera en la sala de arribos nacionales del aeropuerto de su ciudad, o la torrencial lluvia que tuvieron que atravesar que incluso olvidaron darse el típico beso de parejita enamorada escurriendo a cántaros. Súbitamente recordó la vasta cantidad de fotografías digitales con las que contaba, y atinó a considerar como buena idea grabarlas en un disco para incluirlo también en la bolsa, y completar de manera más simbólica el ritual en el que se había embarcado. Después de ello hizo repaso mental de qué podría estar pasando de largo, constatando que la tarea emprendida estaba concluyéndose con éxito. Hizo un fuerte nudo a la bolsa, buscó un espacio en su armario detrás de algunos cobertores y ropa de invierno donde colocarla, y la depositó con suavidad. Satisfecho por haber cumplido cabalmente con su primer propósito del año, retrocedió hasta casi tropezar con su cama, en la cual se recostó cuan largo era y acomodó fiel a su costumbre sus manos bajo la nunca. Y fue justo entonces, cuando sin darse cuenta, comenzó a extrañarla.
* Colaboración para la Semana 2 en escritosemanal.com.