Aquella mañana de sábado pintaba para ser diferente a tantas otras. No sólo por ser la primera del año, en el que muchos aletargadamente ubicábamos en tiempo/espacio estar comenzando una nueva vuelta de la Tierra alrededor del Sol. Recuerdo haber despertado poco antes de las 9 de la mañana, y aún en cama con el cobertor encima ante el frío que suele haber en Monterrey por estas fechas, volcar mis manos sobre un pequeño televisor para entretenerme mientras el resto de la familia despertaba.
Cuál es mi sorpresa al pasar por el canal local que retransmitía ECO encontrarme con los primeros reportes de un levantamiento armado al sur del país, específicamente en la Sierra Lacandona en el estado de Chiapas, uno de los más castigados por la pobreza en México. La poca información con la que se contaba hasta ese momento señalaba el nacimiento de un movimiento denominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que durante la madrugada de ese 1 de enero había conseguido ocupar las cabeceras municipales de Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo, Oxchuc, Huixtán, Chanal y -la más destacada entre ellas- San Cristóbal de las Casas.
La reacción del Ejercito no había dejado esperarse ante el asalto a la XXXI Zona Militar, combate que se prolongó por más de 10 horas y con consecuencias trágicas para la causa zapatista ante la desigualdad de equipo bélico. Sin embargo, la declaración de insurgencia estaba hecha, acompañada de un comunicado titulado Declaración de la Selva Lacandona en la que se declaraba la guerra al gobierno mexicano y la exigencia de trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.
«Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA!, somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias».
20 años después, esos grupos conservadores y vendepatrias no sólo han extendido sus reales (entiéndase regresado al poder tras un escueto período de ilusoria transición) sino cometido una de las mayores injurias sobre la nación: endosar en un cheque al portador la soberanía del país, atendiendo a mezquinos intereses en beneficio suyo y de sus descendientes, y en perjuicio directo de millones de mexicanos que habremos de sostener con sacrificio y sumisión la casta política que nos mantiene esclavizados con reformas trascendentes sólo para su dividendo.
Pero también, a 20 años, el EZLN lanza nuevo llamado a la rebeldía, resultando testimonial vivo del compromiso con una causa, la primera de todas la lucha por la dignidad, el rechazo al burdo sometimiento que aplasta y mutila. Para colmo, con la mayor de las tristezas contemplamos en fechas recientes la atosigante campaña promocional del gobernador del tan lastimado estado en un muy anticipado esfuerzo por posicionarse en las simpatías de los votantes a nivel nacional. Ya nos los hicieron con el actual presidente, ¿lo vamos a permitir de nuevo?
Al igual que los zapatistas hace 20 años, junto con ellos, junto contigo:
HOY DECIMOS ¡BASTA!
La lucha sigue.
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A los que de noche se cargaron a la espalda la mochila y la historia,
a los que tomaron con las manos el relámpago y el trueno,
a los que se calzaron las botas sin futuro,
a los que se cubrieron el rostro y el nombre,
a los que, sin esperar nada a cambio, en la larga noche murieron
para que otros, todos, todas, en una mañana por venir aún,
puedan ver el día como hay que hacerlo,
es decir, de frente, de pie y con la mirada y el corazón erguidos.
Para ellos ni biografías ni museos.
Para ellos nuestra memoria y rebeldía.
Para ellos nuestro grito:
¡Libertad! ¡Libertad! ¡LIBERTAD!
(Cuando los muertos callan en voz alta).
Pd.- Encuentro en Twitter la recomendación del libro EZLN 20 y 10. El fuego y la palabra, de Gloria Muñoz Ramírez, el cual con fines divulgativos dejo disponible para su descarga.