El guión, de Robert McKee

Como lo mencioné recientemente, estoy embarcado en la aventura de publicar mi primer libro, para lo cual recibí la invitación a leer EL GUIÓN de Robert McKee (Story, Substance, Structure, Style and the Principles of Screenwriting, 1997), misma que de inmediato tomé en cuenta. Dedicándole un promedio de 2 horas al día, me tomó poco más de una semana terminarlo porque rebasa las 340 páginas.

Confieso que es una de las mejores sugerencias que he recibido en cuanto a libros útiles se refiere, ya que, aún sin tomarme la tarea de llevar una recopilación de los consejos que señala, el cúmulo de recomendaciones compartidas por McKee -y la reiterada ejemplificación de las mismas citando guiones de una variedad de películas- permite abrir el panorama de los elementos necesarios para generar una estructura atractiva al destinatario de una obra literaria. La premisa sobre la que gira el discurso de McKee es considerar la escritura como el arte de contar una historia, y en la medida que alcance satisfactoriamente tal objetivo se podrá hablar de un guion o novela exitosa.

Dedicamos tanto tiempo a narrar y a escuchar historias como a dormir, e incluso entonces soñamos. ¿Por qué? ¿Por qué dedicamos una parte tan grande de nuestra vida a las historias? Porque, como dice el crítico Kenneth Burke, las historias nos aprovisionan para la vida.”

Y conforme avanzan las páginas, McKee nos va develando una serie de conceptos intrínsecos a los elementos básicos que deben componer toda historia y los principios del diseño narrativo (sustancia, incidente incitador, escenas, crisis, climas, resolución…), apoyándose en teorías y el trabajo de un vasto número de personajes desde Aristóteles hasta Ingmar Bergman, pasando por Shakespeare, Henry James y Alfred Hitchcock, por mencionar unos cuantos.

Imposible me resultó con el transcurrir de la lectura sospechar diferentes formas de organizar el contenido de mi libro para sacar provecho a las recomendaciones de McKee, percibiendo un tenue pero continuo brillo al vislumbrar un satisfactorio resultado mediante su empleo, y “se me queman los dedos” por comenzar a implementarlas, y mejor aún, incluirlas en mi bagaje técnico para el posterior desarrollo de mis escritos.