Un tema que como pocos puso a «hervir» Twitter en fechas recientes fue la campaña en apoyo a la lactancia materna lanzada por el Gobierno del Distrito Federal. Si cuentas con Internet y no vives bajo una piedra seguro sabes a lo que me refiero, y queda de más dar pormenores del asunto. En aspectos prácticos y tomando palabras de Álvaro Cueva, «¿en qué cabeza cabe vincular a un político que fue víctima del escarnio colectivo por andar enseñando mal sus tetas en una nueva campaña mediática que gira precisamente alrededor de las tetas?». La reflexión transitó desde apelar al respeto a que la mujer decida sobre su cuerpo por encima de presiones sociales hasta el por qué se tendría que contratar a una agencia de publicidad en estos casos, en lugar de apelar al buenrollismo de un conjunto de almas caritativas capitaneadas por el hijo de uno de los en otrora comediantes estrella de Televisa (declaración textual). Por si faltase más, con número en la mano se evidenció que el perfil de la campaña tiene como destinatarias tan sólo al 0.01% de las madres capitalinas. Mucho ruido y pocas nueces, pues.
¿Por qué retomar el tema entonces? Porque quedaron diluidos entre tantos dimes y diretes los asuntos que tendrían, desde mi opinión, ocuparnos. El primero de todos, desde luego: ¿Es significativo el beneficio en la salud obtenido por el niño alimentado con leche materna, en comparación del que no? El segundo, debido al emisor de la campaña: ¿Corresponde a un gobierno emitir recomendaciones de esta índole? Ambas preguntas, a pesar de su diferencia a simple vista, están concatenadas. Si la salud de una persona se ve fortalecida cuando es alimentada con leche materna, y a la autoridad le corresponde velar porque la sociedad se mantenga lo más saludable posible -reduciendo con ello los gastos en servicios de salud-, entonces es coherente y justificada la promoción de la lactancia materna. Lo hace una gran cantidad de países en todas las regiones del orbe y la UNICEF mantiene una promoción permanente de esta actividad en virtud de la ganancia física y afectiva que resulta de ella.
El problema deviene cuando para invitar a las destinatarias apelas a la estigmatización con una frase tan lapidaria y negativa (basta ver la palabra con la que comienza) como: «NO LES DES LA ESPALDA…»; poca empatía puede despertar una campaña que por efecto secundario sataniza a aquellas mujeres que por intereses fundados o banales no amamantan a sus hijos. Basta dar un vistazo rápido a las imágenes arrojadas para la búsqueda «campaña lactancia materna» para encontrarnos con frases más amigables y conciliadoras con la tarea a exhortar. También avistaremos el segundo elemento que quiero abordar, éste relativo a la ausencia de mamas en los posters a cambio de una desbordante sensualidad de las modelos, la cual no escandaliza, pero sí magnifica el que no sean los pechos -que aparecen cubiertos paradójicamente- los que destaquen, recurso que en cambio sí es bien aprovechado en el común de las campañas de este tipo, siendo la creatividad el recurso que evita caer en el cliché.
Redondeo esta reflexión señalando que también es una responsabilidad de la autoridad contribuir a la paulatina eliminación de tabúes que han permanecido encima de un conglomerado social por décadas, y el asomar un pecho en un lugar público para amamantar a un bebé sigue provocando rubor y escándalo en más de uno. El que una ciudad cosmopolita y de la trascendencia del Distrito Federal, primera en el país en legalizar la unión civil entre personas del mismo sexo, que permite y cuenta con un programa de salud que facilita el aborto en un rango prudente de semanas después de la concepción del producto, y que coquetea con dar pasos en vías a la legalización de la mariguana, no puede contagiarse del Síndrome del cangrejo y estrellarse estrepitosamente con una campaña tanto sexista como puritana –oh contrariedad- y en las que queda extraviada la intención final de lo que se pretende promover (y ojo, que por el mismo camino va la Secretaría de Salud con sus espantosas advertencias en la cajetillas de cigarro).
Desmantelemos las interpretaciones cosificadoras que danzan alrededor del amamantamiento y acerquémonos a verlo con una actividad tan natural como la vida misma, y que ha permitido, junto al apareamiento, la prolongación de la especie humana en este planeta por milenios. A modo de colofón, el secretario de Salud del DF se ha comprometido a sustituir la campaña y lanzar una segunda etapa… ¿habrán aprendido la lección?