Después de tres años de su tanto polémica como exitosa Inglourious Basterds, y de nuevo contando entre el reparto protagonista con la actuación del austriaco Christoph Waltz, regresa Quentin Tarantino a los cines para estremecer al respetable con DJANGO UNCHAINED.
Como sucede con este tipo de películas, en las que los trailers resultan insuficientes para dimensionar el tamaño de su grandeza pero al mismo tiempo van surgiendo todo un repertorio de opiniones por los críticos de cine que pueden apreciarlas antes que el resto de los mortales (comezó a levantar ámpulas luego del adelanto de 7 minutos que se sirvió en mayo pasado durante el Festival de Cannes), no puedes sino acercarte a la sala -después de haber contenido la tentación de descargarla y desechar de una vez por todas tus incógnitas- con ese extraño sabor de boca de presenciar un film del cual o puedes terminar enamorado, o por el contrario, decepcionado rotundamente. Tal polaridad tan de Tarantino que le ha posicionado en el lugar que actualmente ocupa en la constelación de personalidades hollywoodenses.
Confieso que lo menos que llevaba a la función era una mente alejada de cualquier imparcialidad, tras haber leído esta abundante y documentada reseña de Mariano Kairuz, conocer las (sobre todo desde lo técnico) muy atinadas impresiones de Fernanda Solórzano, y desde luego, la «fansidad» que le profeso a Tarantino desde hace 18 años y Pulp Fiction. Añadámosle el cúmulo de expectativas acumuladas y que la escena inicial está diseñada para no solo envolverte sino comprometerte emocionalmente con la trama a desarrollar, quedando hasta el más despistado después de ella enterado de qué va el film. Aprovecho para señalar que desde la presentación de los créditos hay esa confabulación especial del cine de Tarantino entre imagen y música, de la que el mismo director da cuenta:
To me, movies and music go hand in hand. When I’m writing a script, one of the first things I do is find the music I’m going to play for the opening sequence.
Es inevitable preguntarse después de 30 minutos: Si la trama va fluyendo y todo parece marchar miel sobre hojuelas, ¿en qué demonios va emplear Tarantino el par de horas restantes?, y es que si de algo puede pecar la película es de su extensión, que por otro lado parece haber una tendencia en el cine norteamericano respecto a la despreocupación de tal asunto (abordado por Steven Zeitchik en su columna en LA Times). Mas conforme transcurren y se van desahogando los diferentes conflictos que aborda la trama, tejiendo el climax de la misma conforme se acercan a la consecusión de su ulterior propósito (el rescate de Broomhilda) descubres que suma en total 165 minutos porque cada pasaje es narrado sin el menor de los apresuramientos, incluyendo el puntual -y satírico la mayoría de las veces- discurso que le merezca. Como sucede con la ridiculización de los pininos del KKK y el dilema de sus miembros sobre si llevar o no capucha, la cual de paso da oportunidad para disfrutar brevemente de la natural comicidad de Jonah Hill (Superbad, Moneyball).
I had no idea you were a married man. Do most slaves believe in marriage? (Dr. King Schultz).
Otra inquietud que surge, luego de transcurridas dos horas de película es: ¿A esto se referían con «es demasiado sangrienta»?, y te transita por la cabeza la escena de la explosión y aniquilamiento de nazis -Hitler incluido- en el cine de Shosanna Dreyfus o aquella en la que Beatrix Kiddo tiene que liquidar primero a todo un ejército de aguerridos discípulos antes de enfrentarse a O-Ren Ishii. Y es justo entonces cuando llega el momento de tragarte tus palabras, siendo inevitable hagan eco en tu cabeza las palabras de Fernanda: «Tarantino está repitiendo una fórmula con respecto a sí mismo». Desde luego, nada de lo que quienes hemos seguido su trayectoria podamos espantarnos.
Redondeo mi opinión respecto a Django Unchained con un par de comentarios. El primero, a propósito de la severa crítica de Spike Lee -actor y director afroamericano- acerca de la manera de abordar el tema de la esclavitud por Tarantino. «La tragedia de mis ancestros no es un western spaghetti dirigido por Leone», externó en Twitter, añadiendo que por ningún motivo vería la película. A mi parecer, fuera de resultar caricaturesca, lo presentado por Tarantino es una sentida crítica a una época tan negra de la historia de su país y exhibiendo la crueldad que conllevó para miles de seres humanos sumergidos en un remolino de avaricias y sinrazones, misma que -por citar un ejemplo muy a la mano- Steven Spielberg asumió por sobreentendida en el desarrollo de Lincoln (2012).
El segundo, sobre el papel que la desmedida violencia visual (a través de cualquier plataforma) juega en el marco de la actual ola de violencia que se atraviesa, en particular la acaecida precisamente en territorio norteamericano. Creo, y lo reitero: a título de opinión puedo estar equivocado, que en la caso de esta cinta (y el resto de los films de Tarantino) es tal la exageración de la misma que se vuelve un recurso ironizante y crítico de lo que precisamente se ve, teatral si cabe llamarle de tal modo. ¿Cuántas personas saldrán de la proyección de Django con la intención de asesinar a alguien? Dudo que alguna pues la intenciones del director apuntan hacia otros terrenos y creo consigue dejarlo claro. La última palabra, desde luego, descansa en cada uno.
*Si ya la viste, o estás a punto de, vale la pena deleitarse con el soundtrack alojado en Soundcloud.