Tiempos

Este 2016 me comenzó con el diplomado en Teparia de Reconstrucción Experiencial, impartido por una pareja de psicólogos, Sergio y Rosario (colegas y esposos), del que tenía conocimiento al menos desde 2006 por un amigo muy cercano, y que hasta 10 años después -todo llega en su preciso tiempo- tengo oportunidad de vivir.

Y es a propósito de los «tiempos» por lo que escribo esta reflexión. En el texto principal de apoyo, escrito por los instructores como un breviario de sus conclusiones académicas y experienciales, me encontré con el extracto que comparto a continuación:

«Hay un tiempo para escuchar, hay un tiempo para entender, hay un tiempo para ser no-directivo, hay un tiempo para ser directivo, hay un tiempo para confrontar, y un tiempo para renunciar al cambio, hay un tiempo para reírse a carcajadas y un tiempo para llorar, hay un tiempo para odiar, y finalmente hay un tiempo para perdonar, hay un tiempo para decir adiós, y un tiempo para dar la bienvenida, un tiempo para observar, y un tiempo para cambiar».

Desde esta perspectiva, la vida es un entramado de «tiempos» que se van sucediendo unos a otros, a veces de modo fluido y natural, a veces abrupta y desorganizadamente, tomándonos desprevenidos y sin recursos para asumirlos a la altura de las exigencias.

La cosa se complica al percatarnos que ¡toda la humanidad está imbuida en dicha dinámica!, de modo que -pasa con frecuencia- nuestros tiempos no son los de los demás y se da el habitual caso (por citar uno de los ejemplo más típicos) del «No eres tú, soy yo». Y así para tantas circunstancias del desenvolvimiento social.

¿Cuál es tu «tiempo» actual? ¿Te has dado tiempo -valiosa redundancia- para descubrirlo, apropiarlo, valorarlo? Contrario a ello, da la impresión que vivimos «a las prisas», al «ahí se va», consumiéndonos en lo afanes propios sin el menor margen para un respiro, para el autoconocimiento, y más necesario incluso, el ‘autoamor’.

Es de hecho, este escrito, un acto tangible de mi necesidad por emanciparme de las prisas y ahísevases, de hacer un alto en la rutina que me absorbe y reconocerme como un ser ávido de expresarse, de plasmar en palabras sus sentimientos, inquietudes y debrayes, de valorar la importancia que puedan tener éstos para otros que como yo, también se declaran rebeldes de la inercia y le dedican unos cuantos minuto a leer esta líneas.

Venga, pues, la sublevación contra el acartonamiento cotidiano y aprovechemos el comienzo de un nuevo mes como trampolín que nos catapulte a un mejor vivir. ¿Te animas? Yo también.

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(Foto cortesía de Vero)

Embargo a Cuba: ¿para qué sirvió?

Era la noche del 31 de enero del 2002. Regresaba en un diminuto vehículo Renault, al que se me subió no sin una buena dosis de dificultad pero a la vez con mucho humor y disposición, del templo de San Juan Bosco en el barrio de la Víbora al CIREN, localizado en Miramar, al extremo opuesto de La Habana. Por la hora el tráfico era escaso, pero el trayecto, alrededor de 40 minutos, fue suficiente para una de las conversaciones más interesantes que mantuve durante mi estadía de tres meses en la isla.

Recordaba el conductor, un hombre de entre 60-65 años, con un dejo de gran nostalgia el discurso de Fidel Castro un lejano 16 de abril de 1961, mediante el cual declaraba el carácter socialista de la revolución que llevó a los barbudos al gobierno cubano tras su entrada a la capital el 8 de enero de 1959, luego de tres años de guerrilla mantenida por combatientes refugiados en la Sierra Maestra, al oriente de la isla. La noticia no los tomaba por total sorpresa, en cuanto manifestación expresa de repudio al capitalismo yanqui. Desde las escaramuzas revolucionarias iniciales se evidenció el apoyo norteamericano al corrupto gobierno de Batista, no sólo de índole diplomática o comercial sino también militar. En un libro de las memorias del Che durante esos tres años en la sierra (disculpen que no cite el título, de momento me es imposible recordarlo), narra Ernesto una declaración de profundo odio y venganza de Fidel hacia el gobierno gringo tras un bombardeo en cual perecieron varios de sus estimados camaradas. No podemos basar en ello la radicalización de su postura ideológica, pero sí es un íntimo antecedente de lo que a posteriori sucedería al unirse Cuba al bloque socialista liderado por URSS, ganándose el levantamiento de fuertes y asfixiantes medidas políticas y económicas por parte de USA, mismas que se fueron recrudeciendo con los años. Basta la Ley Helms-Burton -aprobada en 1996- como botón de muestra.

No estamos ya en época de Guerra Fría. Cuba ha padecido enormidades desde la desintegración de la exURSS en 1990 y la entrada en el Período Especial. 25 años que se pronuncian fácil, pero en los que el régimen -con lo satanizado que ha sido- ha mantenido a flote algunos de los motivos de orgullo de la añeja revolución: el volverse potencia latinoamericana en educación, cultura, deporte y salud. Sí (y esto lo escuché en boca de un dentista cubano que guardaba tras de sí varias historias de espías y políticos rusos en la isla): puedes llegar a un centro de la salud y no encontrar una jodida aspirina para el dolor de cabeza, pero si te encuentran un tumor cerebral tienes la completa garantía de que serás atendido con el mayor profesionalismo y a un costo casi gratuito. Sí, era imposible «salir» con la comodidad que en cualquier otro país puede hacerse (y que en la praxis no resulta más que una posibilidad para pudientes), pero otros beneficios difíciles de concebir en los países de la región venían con ello. No es la ocasión para debatir los beneficios o desgracias que la revolución trajo a Cuba, comparto en su lugar las palabras de Galeano al respecto de ella:

En un mundo donde el servilismo es alta virtud, resulta raro escuchar la voz de la dignidad que representa Cuba. Esta revolución, castigada, bloqueada, calumniada, ha hecho bastante menos de lo que quería pero mucho más de lo que podía. Y sigue cometiendo la peligrosa locura de creer que los seres humanos no están condenados a la humillación de los poderosos del mundo.

Hoy 17 de diciembre del 2014 fuimos involuntarios testigos de un hecho inédito. Paralelamente, Obama para el pueblo norteamericano (y el mundo entero) y Raúl para el suyo, daban sendos discursos anunciando la gradual pero vehemente reanudación de relaciones diplomáticas y comerciales entre ambos países. No me voy a detener en explicarlas cuando los especialistas lo hacen mejor (En qué consiste el histórico plan para restaurar las relaciones de Cuba y EE.UU.) A mi manera de ver, si bien la medida incidirá directa -y paulatinamente- en la mejoría de las condiciones de vida en la isla, conlleva un beneficio menos palpable en materia pero más sustancial en esencia para Obama y su administración. Tras un año, quizá dos a partir de su reelección, que ha pasado prácticamente en el anonimato, el salir a dar este anuncio y declarar las arduas tareas que llevó por parte de las comisiones secretas que colaboraron en su confección, le confiere un aura de buen estadista que mucha falta le hacía, para pasar a los anales de la historia como «el presidente que levantó el embargo», coincidiendo -¿por casualidad?- con el desplome económico de Rusia y la incertidumbre que esto genera, sirviendo en su conjunto para reposicionar la imagen de potencia mundial de los gringos, bastante mermada, al tiempo que abre la oportunidad de inversión y explotación -aka mover dinero- en un mercado cuasivirgen. Además, si bien como presidente tiene potestad para dictar la entrada en función de algunas medidas, otras tendrán que pasar por la aprobación de las Cámaras, y si los republicanos -que son mayoría en el Senado- las rechazan, quedarán éstos como los malos del cuento. Por donde se le vea, una carambola de tres bandas para Obama.

Por otra parte, discrepo rotundamente de este tipo de opiniones: «El socialismo se volvió indefenso ante los ojos del monstruo». El embargo lo implementó USA, lo recrudeció USA, y lo está levantando USA; del lado de Cuba, el tablero se mantiene en apariencia igual (desde luego que en lo práctico no será así), al punto de declarar Raúl Castro en su discurso de este mediodía:

El heroico pueblo cubano ha demostrado, frente a grandes peligros, agresiones, adversidades y sacrificios, que es y será fiel a nuestros ideales de independencia y justicia social. Estrechamente unidos en estos 56 años de Revolución, hemos guardado profunda lealtad a los que cayeron defendiendo esos principios desde el inicio de nuestras guerras de independencia en 1868. Ahora, llevamos adelante, pese a las dificultades, la actualización de nuestro modelo económico para construir un socialismo próspero e sostenible.

Vuelve mi pensamiento a aquel maduro conductor del Renault, rondando ahora en los 80 años si mantiene la vida. En la bocanada de sorpresa que se habrá llevado al enterarse de la noticia de la década. Y, por encima de ello, tras asimilarla un poco, en la sensación de crudeza e impotencia al taladrarle la cabeza y mantenerse la frase como insistente punzada por el resto de sus días: «Entonces, ¿de qué sirvió?».

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Una última palabra sobre la campaña pro-lactancia materna del DF

Un tema que como pocos puso a «hervir» Twitter en fechas recientes fue la campaña en apoyo a la lactancia materna lanzada por el Gobierno del Distrito Federal. Si cuentas con Internet y no vives bajo una piedra seguro sabes a lo que me refiero, y queda de más dar pormenores del asunto. En aspectos prácticos y tomando palabras de Álvaro Cueva, «¿en qué cabeza cabe vincular a un político que fue víctima del escarnio colectivo por andar enseñando mal sus tetas en una nueva campaña mediática que gira precisamente alrededor de las tetas?». La reflexión transitó desde apelar al respeto a que la mujer decida sobre su cuerpo por encima de presiones sociales hasta el por qué se tendría que contratar a una agencia de publicidad en estos casos, en lugar de apelar al buenrollismo de un conjunto de almas caritativas capitaneadas por el hijo de uno de los en otrora comediantes estrella de Televisa (declaración textual). Por si faltase más, con número en la mano se evidenció que el perfil de la campaña tiene como destinatarias tan sólo al 0.01% de las madres capitalinas. Mucho ruido y pocas nueces, pues.

¿Por qué retomar el tema entonces? Porque quedaron diluidos entre tantos dimes y diretes los asuntos que tendrían, desde mi opinión, ocuparnos. El primero de todos, desde luego: ¿Es significativo el beneficio en la salud obtenido por el niño alimentado con leche materna, en comparación del que no? El segundo, debido al emisor de la campaña: ¿Corresponde a un gobierno emitir recomendaciones de esta índole? Ambas preguntas, a pesar de su diferencia a simple vista, están concatenadas. Si la salud de una persona se ve fortalecida cuando es alimentada con leche materna, y a la autoridad le corresponde velar porque la sociedad se mantenga lo más saludable posible -reduciendo con ello los gastos en servicios de salud-, entonces es coherente y justificada la promoción de la lactancia materna. Lo hace una gran cantidad de países en todas las regiones del orbe y la UNICEF mantiene una promoción permanente de esta actividad en virtud de la ganancia física y afectiva que resulta de ella.

El problema deviene cuando para invitar a las destinatarias apelas a la estigmatización con una frase tan lapidaria y negativa (basta ver la palabra con la que comienza) como: «NO LES DES LA ESPALDA…»; poca empatía puede despertar una campaña que por efecto secundario sataniza a aquellas mujeres que por intereses fundados o banales no amamantan a sus hijos. Basta dar un vistazo rápido a las imágenes arrojadas para la búsqueda «campaña lactancia materna» para encontrarnos con frases más amigables y conciliadoras con la tarea a exhortar. También avistaremos el segundo elemento que quiero abordar, éste relativo a la ausencia de mamas en los posters a cambio de una desbordante sensualidad de las modelos, la cual no escandaliza, pero sí magnifica el que no sean los pechos -que aparecen cubiertos paradójicamente- los que destaquen, recurso que en cambio sí es bien aprovechado en el común de las campañas de este tipo, siendo la creatividad el recurso que evita caer en el cliché.

Redondeo esta reflexión señalando que también es una responsabilidad de la autoridad contribuir a la paulatina eliminación de tabúes que han permanecido encima de un conglomerado social por décadas, y el asomar un pecho en un lugar público para amamantar a un bebé sigue provocando rubor y escándalo en más de uno. El que una ciudad cosmopolita y de la trascendencia del Distrito Federal, primera en el país en legalizar la unión civil entre personas del mismo sexo, que permite y cuenta con un programa de salud que facilita el aborto en un rango prudente de semanas después de la concepción del producto, y que coquetea con dar pasos en vías a la legalización de la mariguana, no puede contagiarse del Síndrome del cangrejo y estrellarse estrepitosamente con una campaña tanto sexista como puritana –oh contrariedad- y en las que queda extraviada la intención final de lo que se pretende promover (y ojo, que por el mismo camino va la Secretaría de Salud con sus espantosas advertencias en la cajetillas de cigarro).

Desmantelemos las interpretaciones cosificadoras que danzan alrededor del amamantamiento y acerquémonos a verlo con una actividad tan natural como la vida misma, y que ha permitido, junto al apareamiento, la prolongación de la especie humana en este planeta por milenios. A modo de colofón, el secretario de Salud del DF se ha comprometido a sustituir la campaña y lanzar una segunda etapa… ¿habrán aprendido la lección?

Campaña de lactancia en Argentina
Campaña de lactancia en Argentina

1 de mayo: Día Internacional de los Trabajadores

El siguiente texto lo redacté el 1 de may0 del 2007. A principios de año le hice algunos arreglos con la intención de incluirlo entre los escritos de mi libro, más ante el ajuste que estoy por realizar de su contenido tengo casi por seguro que lo retiraré. De ahí que me permita republicarlo este día con motivo de la conmemoración hoy celebrada.

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LLAMAR LAS COSAS POR SU NOMBRE: DÍA INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES

Mayo 1, 2007

El mundo perdió su encanto con el fin de la guerra fría y la caída del bloque socialista soviético. Lo que hasta 1991 se había manifestado más como una rivalidad que como un recorrer la vida de modos alternos, se ha convertido en el abandono del mundo bajo el arrastre del remolino globalizador. Salvo gobiernos como el chino, norcoreano y cubano, hay internacionalmente un innecesario declarado nocaut técnico a favor del capitalismo, corriente económica inspirada en la ideología del escocés Adam Smith, en particular la vertida en su libro La riqueza de las naciones (1777).

Encajó de tal modo su pensamiento en el modo como se desenvolvieron los acontecimientos suscitados alrededor de la Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, que con justa razón Smith es considerado el padre del capitalismo. El autor mantiene, como tesis principal, que la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, potenciado a través de la división del trabajo. Esto lleva inherente el surgimiento de la especialización (trabajo en serie) y la apertura de mercados: los productos necesitan llegar a más y más población para que continúen produciéndose.

La orientación del capitalismo respecto a los medios de producción es que éstos son privados y operan principalmente en función de beneficios y ganancias. La posesión de dichos medios recae en la clase burguesa (emergida de la sepultada sociedad feudal), la cual se convierte en dueña de las fábricas. Y si bien el esfuerzo del obrero es el que produce y crea riquezas, predomina sobre éste el capital. Se genera así un movimiento en tres pasos que sostiene la maquinaria capitalista desde sus orígenes: el capitalista busca la magnificación del beneficio propio mediante la acumulación y reproducción de recursos; los trabajadores reciben un salario a modo de recompensa material y los consumidores buscan obtener la mayor utilidad en la adquisición de sus bienes.

Si el capitalismo ha crecido desmedidamente se debe en parte a la ‘procreación’ de una generación consumista y de una mentalidad del ‘úsese y tírese’ y proclive a lo desechable (nos pueden iluminar al respecto las reflexiones aportadas por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman). Si antes comprar una computadora, no se diga un vehículo, significaba una inversión paratoda la vida, ahora el promedio de vida de los nuevos modelos es de tres a cinco años ya que se descontinúan. Este espíritu ha traspasado la barrera de lo material e impregna impunemente las áreas sociales y religiosas de la sociedad. Nos encontramos, dicen los entendidos, ante una crisis religiosa y pérdida de vigencia de los valores morales.

Dirijo mi reflexión ahora al papel del trabajador, del obrero, que es parte fundamental del engranaje capitalista, si bien en la mentalidad más radical de éste se anida el deseo de desplazarlo por maquinaria que no se enferme, que no exija servicio médico, que no reclame vacaciones ni días de asueto. Tal ha sido el grado de deshumanización, que la maquinaria capitalista se ha impuesto sobre sus ‘no reconocidos’ socios, los obreros, y por todos lados con consecuencias fatales. Basta mencionar, por citar un ejemplo de mi país, la continua muerte de mineros en la zona de Pasta de Conchos (Coahuila), las cuales permanecen en el olvido, y los responsables en total impunidad.

Testigos en su tiempo de dichas atrocidades fueron Marx y Engels, dos pensadores que, conscientes de la transformación que el capitalismo estaba ejerciendo en el modus vivendi de las comunidades del viejo continente, escribieron el tratado titulado Manifiesto del Partido Comunista, publicado en febrero de 1848, y en el cuál vertieron los principios que consideraron indispensables para que se genere una revolución que derroque el capitalismo y consiga instaurar una sociedad de masas.

La tesis marxista gira en torno a la separación inminente de la sociedad en dos clases antagónicas: burguesía y proletariado. La manufactura artesanal cedió su lugar a la gran industria moderna, controlada por los burgueses modernos, herederos de la clase media industrial. Marx no se detiene al reconocer en la burguesía un verdadero papel revolucionario: el de desgarrar los lazos naturales entre los hombres para sembrar en su lugar el interés escueto del dinero. Terminó con el santo temor de Dios, con el ardor caballeresco, con la dignidad personal, reduciendo todas las libertades hasta entonces ganadas a una sola y visceral libertad con carácter de ilimitada: la de comerciar.

Si ya existía un régimen de explotación disfrazado de ilusiones políticas y religiosas, ahora éste es descarado y directo. Para que pueda subsistir la burguesía necesita incesantemente revolucionar los instrumentos de producción. La exploración mundial del capitalismo para encontrar nuevos mercados, es lo que da a éste su sello cosmopolita. Va desvaneciéndose el hasta entonces existente mercado local y nacional, formándose en su lugar un acervo común internacional tanto material como espiritual. Exacto: predecía Marx desde 1847 el fenómeno de la globalización y el concepto de aldea global. La clave con la que se filtra la burguesía, en todos los rincones, es el bajo precio de la mercancía, haciendo capitular cualquier ideología. Se consigue por lo tanto un aburguesamiento del mundo. Si hasta entonces Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza, es ahora la burguesía la que hace lo mismo con el mundo.

Sin embargo, el fenómeno burgués se vio afectado por un virus del cual le es imposible librarse: la sobreproducción. Los remedios para atacarlo son, por un lado, la destrucción violenta de una gran masa de fuerzas productivas, y por otro, la conquista de nuevos mercados a la par del haber desahuciado los antiguos. Lo que da pie al desarrollo de la burguesía, lo es también para el desarrollo del proletariado, que se convierte en mercancía, sujeta a la fluctuación del mercado. La división del trabajo y la fabricación en serie de la producción lo han convertido en un simple resorte de la máquina. No sólo son esclavos de los jefes y capataces, sino también de las máquinas.

Debe, por lo tanto, el proletariado fortificarse y consolidarse en su lucha contra la burguesía: en un principio serán una masa amorfa y aislada de otras similares. Una de las herramientas que tiene la burguesía contra estas uniones informales, es a la vez tentáculo del mismo sistema: la competencia, que vuelve inseguro el salario del obrero y provoca su alienación. El verdadero triunfo del obrero consistirá en la consolidación a largo plazo de su unión.

Lamentablemente el Estado ocupa un lugar secundario, resultando testigo mudo de los altercados entre ambos bandos y volviéndose inocuo, de ahí que no sea descabellado considerar que el proletariado ocupe su lugar ante el vacío de poder.

Sinteticen las líneas anteriores el espíritu del primer capítulo del Manifiesto Comunista, titulado: Burgueses y proletarios. La actualización que tuvieron tales pensamientos en los países de gobiernos capitalistas fue la creación de los sindicatos. En Estados Unidos, país que entró de lleno en el capitalismo durante la segunda mitad del siglo XIX, el movimiento obrero se aglutinó los últimos 15 años de dicho siglo, siendo su punto álgido la represión de parte del gobierno a los obreros de Chicago, que se levantaron en huelga precisamente un 1 de mayo de 1886, y con saldo fatal de cinco obreros ejecutados en la horca y tres más condenados a cadena perpetua.

Tres años después (1889) el Congreso Obrero Socialista convocado en La Segunda Internacional estableció la fecha mencionada como el Día Internacional de los Trabajadores. Es por lo tanto deplorable cómo la maquinaria del poder transformó, con los años, tan emotiva conmemoración en el “Día del Trabajo” rindiendo culto a la acción y no al ejecutor. Incluso, paradójicamente, en el país donde se desarrollaron los eventos, que posteriormente inspiraron la institución de la celebración, no existe tal, debido al temor del gobierno norteamericano de la época, de que se reforzase el movimiento socialista, y sustituido arbitrariamente por una conmemoración el primer lunes de septiembre, conocida como Labor Day.

Recayó, por tanto, en la responsabilidad de los sindicatos la defensa y lucha por los derechos básicos e inherentes al trabajador. En nuestro país, la C.T.M. hábilmente y a conveniencia de sus líderes, se dejó absorber por el partido en el poder desde tiempos del general Plutarco E. Calles (el actual PRI), con las consecuencias por todos conocidos y quedando en último lugar los propósitos originales por los cuales nacieron dichas centrales obreras. El poder corrompe definitiva y lamentablemente.

Acribilladas las ilusiones marxistas, comunistas, socialistas, leninistas, izquierdistas… Con el transcurso de los años, respecto al papel que debe jugar el obrero en la dinámica del gobierno de la sociedad en que vive, no está, por lo tanto, de más apelar a la nostalgia como un recurso para no dejar morir tales utopías.

¡Arriba, parias de la tierra! ¡En pie, famélica legión!
Atruena la razón en marcha: es el fin de la opresión. Himno de La Internacional

Ir al cine solo, ¡claro que sí!

Hay un tema sobre el que se habla más de lo que se escribe, y haciéndole justicia, le dedico las siguientes palabras escritas: acudir al cine solo.

La frase, por sí misma, resulta ambigua, pues valdría acotarla al proceso de trasladarse sin compañía a una sala cinematográfica y presenciar la película en cuestión sin acompañamiento específico, si bien en el recinto se contará, para beneplácito o no, de la presencia de otros congéneres, también solos o acompañados, que han acudido con el mismo -u otros, cabe tenerlo presente- propósito que usted. Se vuelve entonces cada sala de cine un templo en el cual se permanece durante la liturgia cinéfila, y en el que se rinde culto de manera tácita y silenciosa, más no por ella ausente de ocasionales risas, murmullos, gritos e incluso llanto, a lo que pasa frente a nuestros ojos por 90, 120 o más minutos. Basta recordar Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988) para confirmarlo, o a modo de ejemplo más reciente, la inquietante primera escena de Holy Motors (Leos Carax, 2012). Agregando un poco de teoría, señala Humberto Macías en su tesis sobre Krzystof Kieslowski que «…el espectador de cine, por lo regular, asiste deliberadamente y con ánimo preparado para experimentar una historia», lo cual se vuelve el común denominador de cada uno de los ocupantes de una butaca.

Ahora bien, ¿por qué pareciera rondan respecto al «acudir al cine solo» un conjunto de estigmas que demeritan tal situación? En primer lugar se me ocurre pensar que es una mentalidad muy «latinoamericana», en cuanto somos entre los grupos demográficos del ‘mundo occidental’ quienes más nos distinguimos por un espíritu de camadería, compañerismo, aún no contagiado de individualismo y aislamiento. Por tanto, el acudir al cine solo se traduce popularmente hablando en una incapacidad para socializar, en la expresión máxima de forever-alonismo y lo más cercano a la miseria social. Lo anterior, reforzado por la concepción del cine como una actividad lúdica, de entretenimiento, y como tal ameritable a ser ejercitada en compañía, cual si de un juego de dominó se tratara. Me extiendo ahora hacia otro aspecto que amerita ser mencionado. El cine, para buena parte de los habitantes sobre la Tierra, está arraigado a profundas y -en su mayoría- agradables experiencias emocionales que lo vinculan a disfrutarse en compañía de nuestros seres queridos. Responda las siguientes preguntas: ¿Con quiénes entramos por vez primera en una sala de cine? ¿Qué lugar se volvía el preferido por muchos aquellas tardes en las que salía temprano (o se volaba clases) de la preparatoria? ¿Cuál es uno de los refugios por excelencia para gozar de un momento de intimidad con la pareja? Advertirá que planear una ida al cine inconsciente e impulsivamente emana la necesidad de vivirse en circunstancias similares a las recordadas con cariñosa nostalgia.

Pero entonces, ¿qué atributos podemos enumerar a favor de acudir solos al cine? Desde luego, por encima de la muy evidente salubridad económica. Con el aumento de las tarifas (oscilando entre 40 y hasta 80 pesos) y el nada módico precio de los combos, diseñados para gastar al menos de 100 pesos en adelante, acudir con la pareja o pagafanteando termina siendo un asalto consensuado. En motivos más trascendentes, señalo en primer lugar que el cine, considerado por meritos propios entre las sietes bellas artes, es una vivencia artística que el espectador experimenta de manera individual, como lo hace al contemplar una pintura o una escultura, si bien durante un mayor período de tiempo. Puede resultar trivial hacer tal puntualización, pero pareciera que en la praxis es un detalle poco tomado en cuenta y olvidado al momento que asalta la incertidumbre ante la posibilidad (para muchos sincera amenaza) de imaginarse «solo» delante de una pantalla disfrutando de una película. Cabe, a propósito de ello, escarbar por el lado de qué tan acostumbrados estamos a la «soledad», a “convivir con nosotros mismos”, y el cúmulo de inquietudes que se desbordan de pasar 2 horas en tales circunstancias, aún en medio de otros seres humanos y en un evento que, como principio, tendría que provocarnos distracción y no angustia. La respuesta es tan íntima como a la vez escabrosa, y está supeditada a la constitución emocional de cada persona, por lo que incluso la carencia de tal capacidad no es motivo de reproche pero sí punto de partida para la introspección.

En mi caso, si bien suelo ir acompañado al cine (motivo entendible para quienes conocen un poco de mi vida), en su momento e incluso reciente fecha tuve oportunidad de acudir solo, sin provocarme en ninguno de los casos conflicto de algún tipo, al contrario, resultando la mejor oportunidad para disfrutar de la película que quería. Sin afán de aburrirlos, mencionaré tres de las ocasiones. La primera con la intención de ver Good Will Hunting (Gus Van Sant, 1997), estrenada en México en marzo de 1998. Vivía en Tlaquepaque, Jalisco, y gozaba de la mañana de un día entre semana para ir al cine. Revisando la cartelera, esta película protagonizada por Matt Damon y Robin Williams fue la única que despertó mi interés, y entre los amigos con los que me encontraba a ninguno le apeteció. Tomada la resolución de ir solo, abordé un camión de transporte público hasta Plaza Milenium en un recorrido de poco menos de una hora. Al llegar al complejo de cines para aprovechar la 1era función (alrededor de las 11:15 am) y entrar a la sala, me descubrí como el único en ella. Pasaron 10 minutos y seguía siendo el único, lo cual no me incomodaba pero me resultaba poco productivo fueran a proyectar la película sólo para mí. Sumado a ello, no habían dado siquiera avance a los cortos, quizás esperando aparecieran algunas personas más, lo cual sucedió hasta las 11:30 am: un grupito de tres chicas, que parecían haberse hecho la pinta de la escuela, y posteriormente una pareja de adultos mayores. Fue hasta las 11:35 que se apagaron las luces de la sala, comenzaron a correrse los cortos, y llegaron un par de jóvenes más. Créanme antes de la llegada de estas personas estuve a punto de dirigirme con quien fuera pertinente para externarle que no tenía inconveniente en mudarme a otra sala y se ahorraran la proyección de la película -así de aprehensivo puedo ser-, lo cual para mi fortuna no fue necesario. La cinta resultó mucho de mi agrado y sin ser una obra maestra, creo cumple su propósito (al grado que en IMDB alcanza un 8.2 de calificación). Destacado que los escritores de la historia son el mismo Bacon y Ben Affleck, quien también aparece en el film como actor secundario.

Como una segunda experiencia de acudir solo al cine, cito la ocasión que vi Del olvido al no me acuerdo (Juan Carlos Rulfo, 1999), muy posiblemente entre los meses de junio y julio de su año de estreno, en los complejos Cinemark junto a Pericoapa en el Distrito Federal. También algún día entre semana, aunque por la tarde con seguridad, aprovechando la visita a Pericoapa para llevar a recargar unos cartuchos de impresora y la no prolongada duración -75 minutos- del documental que sobre su padre realiza Rulfo, con locaciones en Sayula, Jalisco (lugar de nacimiento del autor del célebre Llano en llamas), y el Distrito Federal, ciudad en la que se estableció a partir de 1946. Confieso dormité durante algunos segmentos, y sin justificarme, espero que quienes la han visto estén de acuerdo conmigo que el ritmo de la misma puede dar pie para ello, sobre todo si no se durmió lo suficiente la noche anterior. En la sala no habríamos más de 20 personas, algunas también «solitarias”, comprensible tanto por el día como por la temática y formato del film, el cual lamentablemente no goza de mucho quorum en México.

Y la más reciente ocasión que acudí al cine solo fue el pasado mes de mayo; se exhibía en la Cineteca Nuevo León, localizada en el corazón del Parque Fundidora, la película francesa Copie conforme (Abbas Kiarostami, 2010), protagonizada por la bellísima Juliette Binoche, a quien profeso una platónica admiración, y si bien es un film que ya había visto descargándolo de Internet, me resultó imposible resistirme a disfrutarla en pantalla grande. Por encima de mi crush con Juliette, la película tiene una narración amena y un guión que profundiza el significado entre una producción artística original y una reproducción del mismo, involucrando en ello el sentimiento de los personajes y soltando en una de las escenas un profundísimo: «Creo que lo único que ella quiere es que camines a su lado y pongas tu mano en su hombro. Es todo lo que espera de ti». Para la ocasión no busqué ni solicité acompañamiento alguno, limitándose mi señor padre a acercarme hasta la entrada del edificio que aloja la Cineteca y desplazándome por mi cuenta hasta la sala, siendo auxiliado por alguno de los asistentes para entrar y salir de la misma. Aquella tarde tuve una cita con Bichoche y no requería a nadie más cerca de mí.

Como podemos concluir, el acudir solos al cine es una experiencia que vale la pena aprovechar con regularidad, y resultará una magnífica oportunidad para otorgarle un muy profundo sentido al apreciar la verdad 24 veces por segundo (Le petit soldat, 1963).

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