Volver a escribir

«quiero muchas veces
lo que traes contigo cuando vienes». FD

Me toca —no es queja— no hilar, sino escribir fino, en estos días de mis ganas de contarte de todo, todo el tiempo. Caigo en cuenta de que le escribo a personas que quiero, que me inspiran, que me gustan, que pasan tocando algo(mucho) en mi vida aunque ni se enteren, como ahora me está pasando contigo.

«Tú eres el de las palabras» —me dices; y las tengo pero no tantas. Es más: tengo las mismas que tú, que todos. Están ahí las letras, 28; comas, puntos, preposiciones, pronombres… a veces sólo se necesita un motivo para empezar a ordenarlas y darles un sentido. O más aún, que pierdan completamente el sentido.

Es lo que hago ahora: husmear una pista, una huella, recoger las migas de pan que se han ido esparciendo para hacer poco a poco un camino con ellas, buscar no darles un orden —que no lo necesitan— sino darles una forma. La tuya.

Lo hago como cuando escribes con lapicero de puntillas. Con esa punzante emoción pero a la vez inquietud de rebasar la presión y romper la puntilla. Además mi mano es tosca, bruta, ha perdido la habilidad de escribir, de trazar. Pero lo que bien se aprende no se olvida, y cuando aparece(s) la chispa, la musa, ante las ganas y gusto de que se ponga a escribir ni a dónde hacerse.

Por ponerme a escribir; o dicho mejor: por ponerme a querer ponerme a escribir, gracias de nuevo y de todo y de 2 a 2.

Pd. [Lo tengo que escribir] Hay palabras que son declaración de intenciones. Honestamente no sé cuáles ahorita, pero sí que las mejores.