Venciendo la Exclusión

Y cómo pasa el tiempo
Que de pronto son años
Sin pasar tú por mí, detenida

Silvio Rodríguez Domínguez (Te doy una canción, 1979)

Cada primero de enero procuro darme tiempo para escribir. Desde hace muchos años, tengo el «ritual» de empezar el año haciendo tres cosas que me gustan, con el augurio de que abunden a lo largo de los 364 días restantes: leer, escribir, y ver una película. En la madrugada vi la adaptación del libro El sutil arte de que (casi todo) te importe un caraj* (HBO Max); hace rato avacé en la lectura que hago de Sé amable contigo mismo (Kristin Neff); y me dispongo a escribir sobre algo que deseo no sólo poner en letras sino volver vida en ideas, propósitos y acciones este año, como vengo haciéndolo desde hace varios: cómo vencer la exclusión.


No descubo el hilo negro al decir que el primer reto para conseguirlo es el tomar conciencia, ya sea por sentido común, conciencia, o exigencia, de que en nuestra sociedad habemos personas excluidas. Ya sea por el lugar de su nacimiento, el color de su piel o acento de su voz, preferencia u orientación sexual, o condición física, intelectual o psicusocial, es decir, por tener una discapacidad. Pero no generalices —seguro alguien dirá; mas no se trata de generalizar: hay incluso un ejercicio estadístico del Inegi, la Encuesta Nacional sobre Discriminación que lo retrata, según manifiestan los resultados de su último muestreo (2022). Baste el primer dato que aparece en su reporte ejecutivo para tener una dimensión de lo que estamos hablando:

23.7 % de la población de 18 años y más manifestó haber sido discriminada entre julio de 2021 y septiembre de 2022.

En otras palabras: casi uno de cada cuatro mexicanos mayor de edad considera haber sido descriminado en meses recientes. Escarbando un poco y sin afan de ser exahustivo, en el caso de las personas con discapacidad participantes de la encuesta, una de cada tres declaró que le fue negado injustamente el acceso a un derecho en los últimos cinco años, siendo la causa más relevante (en el 30% de los casos), la oportunidad de trabajo o del ámbito laboral. Porque todo está bien (pareciera) con los derechos de las personas con discapacidad hasta que se trata de algo fuera de la Salud o de Personas MAYORES DE EDAD. ¿Y qué creen? Que también nos urge un montón dejar de pensar la atención a la Discapacidad como algo exclusivo a la Salud y a las Infancias (de lo que ya luego escribiré).

Retomando el núcleo de este escrito, la Conciencia de la Exclusión, no hace mucho en un chat en el que participo integrado en su mayoría por personas discas (antes de que a alguien le parezca ofensivo, es una expresión normalizada entre personas con discapacidad al hablar de sus pares) , al salir a la conversación la importancia y necesidad de los ajustes razonables y las acciones afirmativas hacia nuestra comunidad, uno de los integrantes mencionó, a manera de cuestionarlos: «¿No queríamos igualdad?». ¡Y claro que la queremos! Acceso a espacios y participación en IGUALDAD DE CONDICIONES que los demás, lo que en el caso nuestro —como el de otras poblaciones vulneradas como las migrantes, comunidades indígenas, diversidad sexual…— implica y exige la presencia efectiva y recurrente de tales medidas para promoverlo (porque decir «garantizarlo» me parece aún lejano, y ya también luego lo hablaremos).

No quiero extenderme demasiado, ya habrá oportunidad. Baste esta ocasión para compartir el deseo de un 2024 donde se vayan cerrando las enormes brechas de discriminación que un día sí y otro también vamos encontrando como comunidad con discapacidad. Y no sólo la flagrante y evidente, sino también aquella tan normalizada y hasta a veces alabada que se suscita cuando se trabajo por y para nosotros, pero SIN nosotros. A esta altura de la vida, y a 15 años de vigencia de la Convención sobre los Derechos PcD ya no hay pretexto para ignorarla. Por tu ayuda para que #VenzamosLaExclusióm, ¡GRACIAS!