Momento de Intencionalidades

Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación.

Thomas Hobbes

Como cada tres años, atraviesa la ciudad el cambio de gobiernos municipales, en algunos casos sorpresivas, como Juárez, que rompe una “tradición”  de años bajo la misma familia al frente del  gobierno, o Guadalupe, que tendrá su primer alcalde guadalupense después de 20 años;  en otras no tanto, como Santa Catarina y San Nicolás que repiten alcaldes, o Apodaca, que dará obvia continuidad; u otras que vuelven a lo ya conocido con alcaldes que van por tercero o cuarto período como Monterrey y San Pedro; y casos como Cadereyta y Pesquería, donde también llega Lo Nuevo con muchas ganas de trascender pero recibiendo municipios comprometidos administrativa y presupuestariamente. 

Es importante que la ciudadanía no sea indiferente a estos relevos, al contrario: que tanto en el área metropolitana como en el resto de municipios de Nuevo León se mantenga una alta expectativa sobre los retos, compromisos y proyectos para los próximos tres años en medio de problemáticas que van a heredar como el bacheo, la inseguridad de bajo impacto, conflictos viales, deterioro en los espacios municipales y un largo etcétera. Y el interés no debería ser como simples espectadores o acérrimos críticos (que en el fondo, se vale), sino como parte de la activa comunidad y sociedad civil siempre interesada en  sumar y aportar para que esta Gran Ciudad  en la que vivimos pueda seguir siendo el hogar en el que deseamos despertar cada mañana.

Por eso nos invito a todas y todos a que no dejemos pasar este Momento de Intencionalidad —como bien nos manifestó la Mtra. Brenda Sánchez en una reciente capacitación— ideal para aglutinar no sólo emociones sino también análisis, planes y acciones en favor a que la construcción de gobierno que se vaya tejiendo con el paso de las semanas en cada municipio sea una oportunidad de renacer, rehacer y construir con toda la riqueza de nuestra diversidades y diferencias, ambientes dignos en los cuales vivir, crecer y coexistir. Y aunque seamos los mismos, seámoslo de mejor manera.


El autor es persona con discapacidad mottriz, psicólogo, activista de la inclusíón y Regidor del municipio de Guadalupe, Nuevo León.

Oda al (mi) Padre

Aunque creo y vivo pensando —y actuando— que soy muy distinto a mi padre, ¿qué tanto puedo —y quiero— serlo si de Él aprendí tantas cosas?

De mi padre aprendí el hábito y gusto por la lectura, el interés por la historia y las ciencias sociales, la inquietud y deseo de estar informado, sobre todo por el periódico, el cuál entre semana compraba habitualmente en algún crucero y el domingo, que no salía por las mañanas, era parte de la compra habitual junto a la Barbacoa. Y sí, lo recuerdo clarito: caminar 6, 8 cuadras en dirección a Plutarco E. Calles hacia la carnicería y luego otras 6, 8 cuadras rumbo a Lázaro Cárdenas hasta un expendio de El Norte. E inolvidable su hábito (que por cierto, nunca pregunté el porqué) de leer la portada y acto seguido continuar de atrás hacia adelante. ¿Lo hacía también alguno de sus papás?

Recuerdo en lo que él consumía la Internacional, Local, Deportiva, yo entretenerme con el Magazine y la sección de Caricaturas en lo que él desocupaba las anteriores para también, tal vez sin saber mucho pero sí sabiendo que podía preguntarle, empaparme de los temas locales e internacionales (como cuando devoré, a los 9 años, el especial por el entonces 20 aniversario de la Masacre de Tlatelolco y mi padre completó a más detalle lo que el periódico con crudeza reseñó).

También fue una novela que tenía mi padre en el librero de nuestra casa la primera que leí completita, cuando salté de las lecturas de enciclopedia y otras versiones resumidas de los clásicos, alrededor de mis 10 años: El tesoro de la Sierra Madre (1927 ¡carajo!), de la que hablé en Mi top 5 literario. Cuando me vio papá con ella en alguna salida en su camioneta acompañándolo a cobrar, o por piezas o insumos de su taller de tornos, tuvimos algunas semanas de buena conversación sobre los asuntos y narraciones que Traven iba desmenuzando a través de los protagonistas en medio de la agreste sierra duranguense. 

Y caray (quienes me conocen disculpen la muletilla), ahorita releyendo una cita que rescaté hace años de El tesoro… se me hace un cogote* en la garganta al leer: «algunas veces en esta triste vida tenemos que tragarnos las contrariedades, nadie puede evitarlo». Con todas las contrariedades que nos trajo la vida, Señor Padre, y que nadie pudo evitar, tanto las tuyas como las mías como las compartidas, gracias papás siempre y por todo. Bien dijo tu nieta Paula, ¿Qué no hace un padre por un hijo? Para quienes tienen o tuvieron un papá así, enorme felicitación para Ellos, buen domingo.

Imagen de un collage con diversos momentos del pasado lunes 10 de junio junto a mi padre, en una colocándome los zapatos, en otra abrochándome la camisa, y una más con él a mi espalda muy animado cuando recibo la Constancia de 10° Regidor 24-27 de Guadalupe.

*¿Qué edad tenías cuando te enteraste que “cogote” referente a la »parte superior y posterior del cuello» (RAE), es considerado un nahuatlismo? »Garganta, garguero (parte superior de la tráquea), gaznate, tragadero, esófago». Yo, 44 🙂

Un comienzo de mes a la vez

Me gustan los comienzos de mes. No recuerdo desde cuándo, pero me gustan mucho. Me parecen a esas escenas de película en las que alguien toca a la puerta, el protagonista se acerca a abrir y encuentra al pie de la entrada de su hogar una caja en la que anticipa encontrará una gran sorpresa. Dejando de lado la fantasía, en nuestro caso la caja son 30 días para irlos llenando a como nos pinte la vida; pero me animo, cada comienzo de mes, a imaginar que será con cosas buenas, felices, que entusiasmen y mantengan el propósito de vivir. Y en esta ocasión, la caja que encuentro por delante auguro me trae buenas, felices y entusiasmantes sorpresas, comenzando por venir en ella mi cumpleaños 45. 

Hace mucho que no lo escribo —quizá nunca lo he hecho—, pero allá por el siglo pasado, identifiqué que al cumplir 15 años, el mismito jueves 23 junio de 1994, «algo» operó en mí que dio paso a lo que llamamos Autonomía, eso que definimos a groso modo como la capacidad de decidir y actuar por voluntad propia. Y ubico perfecto el momento, un instante tan preciso, bobo incluso podrán considerarlo al leerlo, pero que en mi interior y recuento de mi historia fue El Momento (no dudo de que cuenten con el suyo, o si escarban en su pasado lo recuerden).

Viajaba yo en el ruta 42 Realito rumbo a la Prepa 15 Florida, era poco antes de las 7 am, un montón de adolescentes de 15 a 17 años dispuestos a descender de la unidad en la calle que conectaba con la prepa, y yo, a punto de ser llevado por la misma inercia, me detuve. En lugar de bajar busqué acomodo en alguno de los asientos vacíos y seguí de largo en el recorrido del camión, conociendo rumbos que no imaginaba seguía (entonces cruzaba Madero y Venustiano Carranza, recorriendo una colonia adjunta al Mercado Campesino), sin saber que ese acto tan modesto de emancipación también me estaba conduciendo sin pensarlo a rumbos que ni imaginaba seguían.

A casi 30 años de aquel amanecer, con todo lo que la caja de La Vida me ha ido sorprendiendo entre lo que trae y lo que guardo en ella, no me arrepiento de no haberme bajado en esa calle, junto a aquellos otros alumnos, para dirigirme como otras tantas mañanas al mismo salón de la mencionada prepa. Me decía recientemente una querida Amiga, a propósito del suceso que me hizo cambiar de rumbo y de postura incluso :P:  Eso es parte del brillo que te tocaba, sólo que aún no lo valorabas. Semanas antes, también una persona muy querida lo expresaba de otra manera: Tenían que pasar 24 años para darte cuenta que iba ser por algo. Y me siento muy contento, emocionado, y preparado para recibir ese «Algo» que de concretarse mañana, me siga impulsando tanto a agradecer estar en el Equipo de los que aquí seguimos, como a perseverar en que esté valiendo mucho la pena (dicho mejor: LA DICHA) que así sea —aunque nunca deje de doler.

Imagen: foto que encontré en Google de una unidad de la Ruta 42, que junto con La Playa y alguna más se distinguieron siempre por «lo tuneadas» tanto por fuera como por dentro que las traían los operadores; quién no recuerda las leyendas en la defensa trasera de Cuídamelo Virgencita, o el letrerito en la primera fila de asientos Reservado para Señoritas.

Ruega por Nosotros

Hoy luego de 15 años volví a un acto público al Colegio Don Bosco, en el cuál pasé tres años de mi vida, no como alumno sino como profesor y asistente  entre 2002 y 2005. El motivo fue la misa escolar por la Fiesta de María Auxiliadora, patrona de la Congregación Salesiana. En medio de tanta vorágine, se agradecen enormemente las oportunidades para hacer un paréntesis y conectar con lo que antes fuimos —pero en el fondo seguimos siendo.

Pues tanto tú estás para saberlo como yo para contarlo (porque cada vez lo hago con menos frecuencia), allá en el «tiempo de antes» quise ser sacerdote; y no sólo como un querer: estuve algunos años en el Seminario salesiano, el de Los Hijos de Don Bosco, con tal de alcanzar tal propósito. Un paso rotundo y contundente fue precisamente un 24 de mayo pero de 1999, hace breves 25 años, entregar junto a otros once jóvenes una carta-petición para profesar por vez primera como religioso salesiano durante un año.

Escarbando en el recuerdo de la entrega de la carta, fue en una misa vespertina en la Parroquia de San Antonio Tlayacapan, poblado inmediato a donde estaba el Noviciado Salesiano aquel entonces, en la carretera entre Chapala y Ajijic, Jalisco. De aquellos 12 entusiasmados muchachos hoy en día cuatro son sacerdotes y uno Hermano, y los demás, bueno, espero que tengamos salud 🙂. Me quedo con la respuesta que recibí hoy precisamente al terminar la Misa a un mensaje que envié a una querida amiga:

—Estaba cayendo en cuenta que hace exactamente 25 años, un día como hoy, entregué una carta pidiendo ser Salesiano. Y aquí sigue uno, pidiendo.

—Yo digo que no se pide ser nada, usted nació para ser Salesiano y muchas cosas más.

Así sea. María Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros.

A la Maestra con cariño

Mi vida desde siempre ha estado rodeada de docentes, y cómo no, si soy —orgullosamente— «Hijo de Maestra», la maestra Lupita.

Mamá entró “grande” a la Normal; ella estudió primero Comercio, comenzó a trabajar como secretaria y ya alrededor de sus 20 años. laborando en Peñoles, apoyada por su jefe decidió cumplir un sueño de toda su vida, ser maestra, ingresando a la Normal Nuevo León en turno nocturno, y atravesando por las tardes el centro de Monterrey desde el sector Fundidora hasta Venustiano Carranza para regresar ya entrada la noche al centro de Guadalupe, para coronar tan consistente esfuerzo con una memorable foto donde está recibiendo su Certificado enfundada en un vestido de maternidad y una notable barriga de embarazo tras él. A partir de allí, 1979, durante 28 años ejerció su profesión con una pulcritud y dedicación que se volvió admiración, ejemplo y vale decirlo, “coco” de decenas de alumnas y alumnos que le temían por su disciplina, pero también aliada y apoyo de infinidad de madres que se lo agradecían. 

Como hijo mayor tuve la suerte y dicha de atestiguar el ejercicio profesional de mi madre en varias facetas, tanto como “hijo de maestro” con insistentes repasos extras más allá de lo curricular en busca siempre de mi mejor desempeño (por decirlo bonito, aunque eran otros tiempos), como el, ya en secundaria y no se diga edades posteriores, apoyarla ya fuera revisando, dictando calificaciones e incluso acudiendo a cuidar su grupo cuando tenía alguna salida en su rol de Delegada de la Región. Yo estudiaba la secundaria por la tarde, así que llegaba con ella al aula, tomaba lista, dejaba trabajo y a su hijo sentado en su lugar para cuidar el orden en su ausencia (reitero, eran otros tiempos). Quién diría que —sin querer queriendo— me preparaba para tomarle cariño a la docencia y educación, áreas del desenvolvimiento humano que me han acompañado hasta la fecha.

Sea ésta una breve manera de honrar no sólo a la Maestra Lupita, sino a cuantas maestras y maestros a lo largo de la vida me han «tocado» con su calidez y vocación sabiendo transmitir tanto conocimiento, como lo más importante a mi parecer, gusto por conocer. Porque como dijo con vasta sabiduría mi padre Don Bosco, La educación es cosa del corazón.

*foto tomada en un Paradero de la colonia Chapalita, Guadalajara Jal, junio 2016.*