Voy a cavar un pozo para aventarle las palabras que me provocas. Tomar una pala, echármela al hombro y lanzarme al monte. Buscar el llano más lejano, recóndito, perdido, invisible a cualquier mapa. Palear hasta desfallecer y vomitar mis letras en su interior, vueltas oraciones de devoción, deseo, ansiedad por tenerte. Sacarlas de mi sistema, evitar que se me pudran en la entrañas. Desahogar los impulsos que sin piedad me carcomen ante la impotencia de no abrazarte en una mirada y desnudarte con un suspiro. Limpiar sangre y venas de la concupiscencia enajenante que me provocas. Despojar mis pulmones del oprimido grito de un te amo perdido en la inmensidad de la nada. Entonces, limpio y desintoxicado, acercarme a ti con la curiosidad, temor y asombro con el que se empieza a recorrer un camino nuevo. Y así, terminar de aprender que en el amor no hay nada aprendido.