Crecer

Hay un día en la vida, tan impactante que quizá por eso ni lo recordamos, en el que comenzamos a crecer. Ese en el que nuestro compañero o compañera de juego, nuestro cómplice y aliado en volver el transcurrir del día toda una aventura, nos abandona por algunas horas porque empieza a ir a la escuela. De repente esas mañanas que eran de juegos e imaginaciones compartidas se vuelven monólogos larguísimos donde no sabemos existir y del que nadie nos previno. Y así de la nada, esa mañana que jamás recordaremos nos comenzamos a tutear con la pérdida, sin sospechar que se volverá compañera por el resto de vida, a veces más o a veces menos presente, pero testiga siempre de lo que vayamos haciendo por este mundo.