Tigre, de corazón

Esta noche no se juega un partido: se vive un sueño. Once jugadores en la cancha, y cientos de miles de aficionados en Nuevo León primordialmente -pero también otros estados del país y el extranjero- vibraremos bajo un mismo sentimiento, el que Tigres de la UANL se consagre campeón de la Copa Libertadores de América, el torneo de clubs más importante del continente.

Esta gloria se le ha negado ya en dos ocasiones a equipos mexicanos de los considerados grandes: Cruz Azul y Chivas. De conseguirlo, el cuadro de San Nicolás escribirá con letras de oro su nombre en la historia del fútbol nacional y pasaría a codearse de tú a tú no sólo con los de mayor trayectoria en el país, sino en el continente entero. De 1960 a la fecha han sido 25 equipos los que han saboreado tal empíreo, 12 de ellos en más de una ocasión. Entre ellos River Plate, el rival de esta noche, que la alzó triunfal en 1986 y 1996.

A pesar del solvente paso de Tigres en la fase de grupos y eliminatorias, la hazaña no es en absoluto sencilla, como quedó demostrado el pasado miércoles que los felinos recibieron a los argentinos en El Volcán sin infringirles daño alguno. El oficio de los sudamericanos se impuso y el marcador quedó igualado a ceros. Hoy serán 90 minutos de ganar o morir, de volver a dejar el corazón, la garra y la experiencia en la cancha, bajo una tribuna a reventar con 65,000 hinchas del equipo local que harán su juego haciendo sentir al que ven como invasor que se está metiendo en asuntos que no le corresponde, y que a toda costa desean que los suyos consigan el Tricampeonato libertador.

Sea cual sea el resultado, Tigres ha triunfado. Su nombre tiene un mes pronunciándose en todos los círculos futbolísticos del continente, al igual que el reconocimiento a su afición, que ha despertado admiración por su incomparable apoyo. También esta noche nosotros nos jugamos el alma y fidelidad a unos colores que nos han dado más tristezas que alegrías, pero que cada una de ellas ha valido la pena esperar para conseguirlas. Curiosamente, aquel 1996 que River levantó la Libertadores por segunda vez, Tigres vivió su dramático descenso. Luces y sombras que concede el fútbol para tatuar en el corazón la adhesión a una camiseta.

Si Tigres gana, que lo deseo, vendrá una abundancia de dicha que no alcanzo a concebir en este momento. Merecido y esperado, sorpresivo y justo, por el desempeño del equipo durante el torneo y su disciplina en la última etapa con ‘el Tuca’ al frente. Si pierde, tendremos una experiencia más que acumular, una nueva oportunidad de enfrentar el destino de cara a una derrota que no desconocemos, y que sin embargo nunca nos doblegará del todo. Porque no somos: nacimos Tigres, y Tigres moriremos.

tigs