Mientras escribo, de Stephen King

Haciendo un repaso entre la nada escasa cantidad de «libros para escritores», como resultan Bartleby y Compañía y Cartas a un joven novelista, me encontré con MIENTRAS ESCRIBO (On Writing: A Memoir of the Craft, 2000) de Stephen King, que por la nutrida y exitosa trayectoria literaria de su autor me animé a leer.

Vale mencionar que ni King ni el género que usualmente aborda (terror/ciencia ficción) se cuentan entre mis predilecciones. De su obra hasta el momento sólo he leído El resplandor y Misery, además de conocer algunas más por su adpatación cinematográfica (Carrie, Cujo, Christine, It, El pasillo de la muerte…). Mas el hecho de colocarse en la lista de escritores más vendidos del siglo XX me despertó particular interés por conocer qué puede contar de su oficio, el proceso de escribir.

Comienza Stephen dejando claro que sin pretender escribir una autobiografía, le merece para contextualizar ponernos al tanto de algunos pasajes de su vida, desde su infancia hasta 1997, fecha en la que comienza el manuscrito de Mientras escribo. Lo hace sin adornos, exageraciones ni condescendencias, llamando en el común de los casos las cosas por su nombre (como su etapa de alcoholismo y drogadicción), consiguiendo ponernos al tanto de sus inicios en la escritura, las motivaciones que tuvo y el largo recorrido a partir de la invitación que le hiciera su madre -tenía en aquel entonces no más de 8 años- a escribir su propio cuento (a esa edad era ya un asiduo consumdor de historietas), el cual versó «sobre cuatro animales mágicos que iban en un coche viejo ayudando a los niños».

A tal grado fue su dedicación y esmero que 20 años después vería publicada su primer novela: Misery, 1974. Es vehemente King en reiterar que la abundante lectura y escritura son las principales herramientas que pueden conseguir que un escritor «aceptable» pueda volverse «bueno»:

Yo aprendí la parte más valiosa (y comercial) de lo que sería mi oficio lavando sábanas de motel y manteles de restaurantes en la lavandería New Franklin de Bangor. La mejor manera de aprender es leyendo y escribiendo mucho, y las clases más valiosas son las que se da uno mismo.»

Sin embargo, también comparte otra serie de recursos y técnicas de amplia valía apoyándose en la metáfora de una surtida y portatil caja de herramientas con varias alacenas desplegables de las que el escritor va tomando aquellas habilidades que mejor repercuten en su propósito: contar una historia. Utiliza, además, una variedad de ejemplos tanto de su obra como de populares escritores norteamericanos para volver más didáctica su enseñanza, sin llegar al extremo de pontificar.

Mientras escribo resulta un ameno estimulante para los que estamos haciendo nuestros pininos en el fascinante mundo de las expresión escrita con la intención de vivir de y para ello, sin olvidar la premisa de que entre más tiempo dediquemos a hablar sobre escribir menos tiempos estamos dedicando a hacerlo.

Nadie puede aspirar a seducir a una persona por la fuerza de la escritura hasta no haberlo experimentado personalmente.»

Nada, de Janne Teller

A mediados de diciembre, Javier Aranda recomendaba a los televidentes que acostumbramos seguir El Mañanero el controversial pero exitoso libro NADA de la escritora danesa Janne Teller. Externando con una muy apreciada amiga mi intención de adquirirlo se ofreció a regalármelo, con la sorpresa de estar completamente agotado en las librerías mexicanas de mayor renombre. Y agradeciendo su tenacidad en conseguirlo, me llegó a principios de mes proveniente del extranjero.

Intet (2000) fue escrito por Teller en respuesta a la invitación que recibió por parte de una editorial de escribir un libro para adolescentes. Tras plantearse el modo de abordar algunas inquietudes, se dispuso a escribir aquel que a ella le hubiera gustado leer cuando pasó por dicha edad, partiendo de una reflexión de la cual no pudo escaparse:

Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo.»

Lo que nos narra es el cúmulo de acontecimientos que se desatan entre un grupo de adolescentes ante la actitud existencialista de uno de ellos, Pierre Anthon, quien un día subitamente se pone de pie y abandona el salón de clases para dedicarse a pasar los días trepado en un ciruelo y cuestionando los esfuerzos de sus compañeros, demeritando cualquier actividad humana que, desde su parecer, termina sirviendo para nada. En réplica, el conjunto de amigos deciden hacerle ver a Pierre Anthon que está en un error y toman una decisión que conforme la ejecutan transformará inevitablemente el resto no sólo de sus vidas sino de la comunidad entera.

Por ser considerado irreverente y provocador, se mantuvo durante varios años prohibida su divulgación en varios países incluso de los considerados vanguardistas. Mas como expresa la misma Teller al final de la obra, su intención no fue escribir un libro incendiario sino un cuento de esperanza y luz, misma que no le fue posible alcanzar a los protagonistas de la historia pero deja al alcance del resto de los lectores y de cuantos se atrevan a descubrir el auténtico significado de las cosas.

El libro me tomó tres tardes consumirlo; considero está a la altura de las expectativas que ha generado, y por encima de caer en el riesgo de sembrar una moraleja, se contiene a exponer los hechos y reflexiones que éstos despiertan en los protagonistas. Resultará de particular atracción para los devotos de la literatura existencialista ‘clásica’ (Kafka, Camus, Sartre) y además buen trampolín a los no conocedores de la misma para sumergirse en ella.

No sé de qué puede servir acumular todo el conocimiento de otros. Es suficiente para arrebatar la valentía de todo aquel que no es adulto y todavía no ha experimentado por sí mismo.

Bartleby y Compañía, de Enrique Vila-Matas

Un escritor sobre quien he leído un cúmulo de buenas impresiones y no me había tomado el tiempo para degustar alguna de sus obras es Enrique Vila-Matas, y para romper con tal situación -y también por asuntos de la bendita casualidad- me dispuse a leer BARTLEBY Y COMPAÑÍA (2000).

En este libro el escritor catalán (Barcelona, 1948) aborda el primera persona el delicado tema de aquellas personas que, sintiendo inclinación por el mundo de las letras, luego de sus primeras obras -o incluso bastándole solamente una- caen en un vacío o impedimento tan profundo que no vuelven a escribir o retoman tal actividad hasta muchos años e incluso décadas después, ofreciendo una abundante recopilación de casos con reflexiones precisas en cada uno de ellos, así como los dilemas que van acompañando al personaje en tal empresa.

De lectura amena y digerible, termina Bartleby y Compañía convirtiéndose tanto en manantial del cual recoger una amplia cuota de recomendaciones de lectura, como en estimulante para sacudir la desidia de escribir y al mismo tiempo revalorar el compromiso personal con esta necesidad de expresión volcada en palabras, mediante las cuales aspiramos salir de nosotros y trascender. Comparto aquí un extracto del mismo:

Como dice Blanchot, la esencia de la literatura nunca está ya aquí, siempre hay que encontrarla o inventarla de nuevo. Así vengo yo trabajando en estas notas, buscando e inventando, prescindiendo de que existen unas reglas de juego en la literatura… Quien afirme a la literatura en sí misma, no afirma nada. Quien la busca, sólo busca lo que se escapa, quien la encuentra, sólo encuentra lo que está aquí o, cosa peor, más allá de la literatura. Por eso, finalmente, cada libro persigue la ‘no-literatura’ como la esencia de lo que quiere y quisiera apasionadamente descubrir.