Karla

Entre los recuerdos que tengo fijos en la memoria, esos adheridos a ella de manera indisoluble, está la aparición de Karla, mi hermana menor, en el cubículo de terapia intensiva del Hospital Santa Margarita, donde llevaba algunas semanas hospitalizado tras el accidente automovilístico.

De 5 años cumplidos un par de meses antes, su diminuta estatura me permitía apenas apreciarla, sumando a lo debilitado que me encontraba y la emoción de ver desfilar, al menos por unos instantes, a cada uno de mis hermanos, que viajaron a Guadalajara aprovechando el puente patrio.

El recuerdo preciso es verla aparecer de la mano de mi madre, acercarse a un costado de la cama, contemplarme en silencio al tiempo que su rostro se llenaba de una peculiar admiración, más cercana a la curiosidad que al temor, para preguntar, con toda la inocencia que puede hacerlo un chiquillo de su edad: «Mamá, ¿por qué Víctor tiene tantos tubos?».

Su corta pero precisa pregunta bastó para que la emoción me desbordara y unas lágrimas resbalaran por mi ojo izquierdo (siempre el izquierdo es más solícito para sucumbir al llanto). Lágrimas que me acompañan comúnmente, como ahora, cuando evoco esta imagen que brota más del corazón que de las neuronas.

Esta mañana me embarga una emoción diferente pero parecida. Mientras escribo, escucho a Karla hablar en inglés en una habitación cercana, siendo entrevistada para un plaza laboral en reconocida empresa digital. Venciendo sus nervios, sus miedos, imponiéndose a su escasa experiencia en dichos menesteres a cambio de su determinación por poner su 100%. Qué felicidad me da.

Un día antes de volver de Buenos Aires visité la Basílica de Nuestra Señora de Luján. Antes de contemplarla de lleno y pasar a su interior, hice escala con Gaby, mi paciente acompañante, en un restautancito justo frente al monumental edificio. Aproveché para conectarme a Internet en el celular y me abordó Karla con unas preguntas para lo que sería su iniciación en el proceso de entrevistas.

Interrumpí la conversación para dirigirme a la Basílica, y al conectarme de nuevo, como mensaje conclusivo tenía un: Que la Virgen me acompañe. Le mandé de inmediato un audio diciéndole, que justa y coincidentemente, minutos antes estuve en el santuario argentino por excelencia, pidiéndole a la santa patrona nacional que siga intercediendo por nosotros y acompañe con su gracia nuestros propósitos. Y estoy seguro que así será.