Exorcisándome

Quienes me conocen (y quienes no ya se enterarán luego de que lean mi libro), saben que soy muy apegado a la numeralia: que si el tercer aniversario de esto, que si faltan 50 días para esto otro…; por tanto, imposible no encontrar en el día de hoy, a 13 años de aquel evento que transformó mi existir, un motivo para añadir dos neuronas más a la reflexión que me provoca.

La misma tiene al menos un par de semanas girando alrededor de que al ser ya 13 años, un número al que popularmente se le han atribuido connotaciones cabalísticas, sea ‘tiempo’ de sacudirme el maleficio bajo el cual he permanecido desde entonces, en un incompleto duelo por lo que perdí y falta de aceptación de lo que recibí. Entiendo, y desde luego en parte por mi profesión, que en estas cuestiones no hay tiempos ni medidas establecidas, pero tampoco es válido, mucho menos saludable, cargar con los pesares eternamente.

Ayer mismo caía en cuenta que no me duele tanto lo que pasó sino lo que he dejado de hacer, y cambiarlo está completamente a mi alcance. Por encima de lo trillado que resulta la auto-motivación y los discursos de superación personal, es auténtico hay un cúmulo de circunstancias que está en mi decisión su curso, y aunque suela infravalorarlo, voy para un par de meses que asumí con gusto y convicción tomarles las riendas y encausar mi andar de modo tal que recupere la calidad de vida que he venido dejando en pedazos por el camino. Si me toma otros 13 años recuperarla, no serán años de esfuerzo en vano. ¿Me acompañas?

De enfermedades, internamientos y fallecimientos de reyes del Pop.

Dos días después de mi cumpleaños, y con al menos dos semanas sintiéndome muy debilitado, aquella mañana amanecí con una fiebre espantosa que permaneció inmutable a pesar del baño con agua fresca horas antes y antibiótico intramuscular.

Papá me trajo el almuerzo pero era tal mi sensación de enfermedad, que por primera vez en 9 años le pedí que llamara a la EMME para que me trasladaran de urgencia al hospital. Si bien vivo a 30 minutos en coche de la clínica, me sentía tan mal que no deseaba correr el menor riesgo de empeorar en el trayecto, por lo que me era necesario vinieran en ambulancia para trasladarme y así contar con la asistencia indispensable.

A los 20 minutos llegaba a casa la unidad de emergencias. Mucha sorpresa le causó al paramédico que me tomó los signos vitales que rondara por los 40°C de temperatura. Recuerdo las palabras del doctor: «Antes no has colapsado, chavo». Después de colocarme un medicamento intravenoso para disminuir la fiebre se dispusieron a trasladarme al hospital, acompañado por mi madre. Por llegar en ambulancia fui ubicado inmediatamente en el área de urgencias, en donde me sacaron las muestras de sangre pertinentes para proceder al internamiento. Más sorpresa todavía enterarme que mi nivel de hemoglobina estaba en 5.3 (el mínimo recomendado es 10-11), lo que me tenía en un estado de anemia y debilitamiento del sistema inmunológico que abrió la puerta para adquirir una neumonía, diagnosticada posteriormente, de la cual ni enterado estaba.

Luego de un par de horas y recuperado por efecto del medicamento intravenoso de la fiebre que me azotaba, coincidiendo además con la hora de ingresos de internamiento (1 pm) fui llevado al segundo piso del hospital. La noticia del día hasta ese momento era el fallecimiento de Farrah Fawcett (popular protagonista de la serie Los ángeles de Charlie), la cual quedó completamente opacada poco después de las 2 pm cuando corrió como reguero de pólvora la noticia de la sorpresiva muerte de Michael Jackson a los 50 años de edad. De la misma me enteré escuchando alguno de los cortes informativos en el pequeño televisor con el que contaba uno de los pacientes en la habitación a la que había sido llevado, si bien mi plena concentración la ocupaba en mantener la calma y la esperanza con la confianza de que estando ya en el hospital las cosas tendrían que mejorar.

Y mejoraron. El 10 de agosto, tras varias semanas alejado de la computadora e Internet emitía de nuevo señales de vida. Cuatro años después, sin fiebre y con un adecuado nivel de hemoglobina, de nueva cuenta papá me trajo el almuerzo y le comentaba: «Hace cuatro años me trajiste de almorzar y te pedí que le hablaras a la EMME». Su parca respuesta fue: «¿Y eso por qué me lo dices?». Y no es descabellada su pregunta; ¿por qué lo hago, por qué escribo sobre ello? Porque escribo para no olvidarme, pero además, para recordar que voy dejando tras de mí una estela de alegrías, esfuerzos y vicisitudes de las que he aprendido y en las que me apoyo para continuar mi andar.

Si se puede pensar, se puede escribir

No siempre se tiene tiempo para escribir, sin embargo, ello no significa que no se desee hacerlo, o incluso por curioso que resulte, que no se escriba.

Muchas veces escribimos también con la voz, con la mirada, con los gestos y abrazos, con el silencio. Escribimos en el aire, en la espalda de nuestros seres queridos, en esa llamada telefónica con el amigo que teníamos mucho de no escuchar, en ese amplio espacio que divide a dos personas cuando prefieren permanecer calladas en vez de afrontar sus diferencias.

Escarbo en mi pasado y no recuerdo cuando fue la primera vez que escribí. Seguramente fue en alguna de las paredes de la primera casa que tuvieron mis padres, aprovechando uno de tantos lápices o plumas con los que contaba mi madre por el oficio que desempeñaba, maestra. Reconstruyo en la mente tal imagen y me es inevitable evocar las pinturas rupestres en Altamira, y él como nuestros ancestros desde épocas antiquísimas también tuvieron ese anhelo de dejar registro de sus aventuras, en ese entonces limitadas a la caza y protección contra los depredadores. En mi caso (como el de muchos), y varios milenios después, dicha necesidad se vio secuestrada por una madre afanosa que con agua, jabón y estropajo se esmeraba en recuperar la pulcritud de las paredes de su hogar.

30 años después ya no rayoneo, pero mantengo esa efervescencia tanto en mis manos como en mi boca por expresarme, el cosquilleo por volcar, ahora en el teclado, aquellas cosas que pienso, que imagino, que deduzco e incluso que deseo. Porque si se puede pensar, se puede escribir. ¿Qué esperas?

ABC tampoco se olvida

Hoy recordamos en México el cuarto aniversario ya de una tragedia que enlutó a 49 familias y trastocó la vida de decenas más, el lamentable incendio de la Guardería ABC en la ciudad de Hermosillo, Sonora. Esta cápsula del periodista Víctor Mendoza la noche de los hechos manifiesta a grandes rasgos el inicio de un calvario que por 1460 días ha acompañado a los involucrados.

Como una manera de colaborar en mantener vigente la exigencia de justicia -la cual ha lucido por su ausencia desde el momento mismo que comenzaron las investigaciones-, así como extender el conocimiento del fatídico evento más allá de nuestras fronteras, en fechas recientes fue estrenado el documental ABC Nunca más, dirigido por Pedro Ulteras, periodista y activista social duranguense que ha hecho carrera en la televisión hispana de Estados Unidos, acumulando tres nominaciones al Emmy a lo largo de su trayectoria.

abc

El documental, con una duración de 80 minutos, realiza un recuento de los principales acontecimientos que han marcado los ires y venires de los afectados: el incendio, las atenciones y dificultades en recibir las mismas en horas y días inmediatos al suceso , los deslindes de dueños y autoridades conforme pasaron las semanas, el incumplimiento de los políticos ante las demandas de los padres de familia, incluso algunos extractos del debate desarrollado en la Suprema Corte de Justicia y en el cual fue desechada la acusación de irregularidades en el funcionamiento de guarderías subrogadas por parte del IMSS. Tanto para los empapados en el tema como para quien no tuviera noción detallada de él resulta un esclarecedor acercamiento al oscuro panorama de negligencia, nepotismo y dolo que se conjugaron para desembocar no sólo en el triste acontecimiento que recordamos, sino en la evidenciada ausencia de buena voluntad para que los responsables sean enjuiciados.

Al mismo tiempo, y de muy amistosa aunque a veces algo extendida manera, Ulteras nos acerca testimoniales de los padres de Yeyé, Lucía Guadalupe y Germán Paul (QEPD), enfocándose en el reencuentro con la vida del matrimonio compuesto por Germán y Ofelia -padres de Germán Paul- y Mary -mamá soltera de Lucía-. Es posible, o al menos a mí me sucedió, quedarse con la sensación de que pudieron aparecer más papás entre los reseñados y pienso, que además de que muchos han decidido «desaparecer de los reflectores», el asunto es tan delicado que hay una delicada línea que debió cuidarse de no traspasar ante el riesgo de acercar el abordaje del tema al amarillismo, por lo que de manera precautoria el guión no se volcó sobre escudriñar en un rango más amplio de involucrados. Por otro lado, quienes ya vieron el documental coincidirán conmigo, su culminación tiene pinceladas maravillosas que justifican el que sean éstas las historias elegidas y no otras, y desde ese aspecto considero acertada la elección del director.

Pero como suele pasar en este país, las puertas no se le han abierto como deberían al documental. Estrenado en el Distrito Federal el 24 de mayo en la Cineteca Nacional y las tres únicas sedes de la modesta cadena Cinemanía, su exhibición en Sonora llegó una semana después en 3 ciudades del estado (Hermosillo, Cd. Obregón y Nogales) a través de Cinépolis, pero hasta donde es de mi conocimiento son hasta el día de hoy las únicas salas de la cadena que la exhiben. En Monterrey, una ciudad con un área metropolitana de más de 4 millones de habitantes ha estado proyectándose también desde el 24 de mayo sólo en LA UNA ÚNICA SALA de Cinemagic, ubicada en la periferia. El día que tuve la oportunidad de acudir (lunes 27 de mayo) en la función de las 8 PM ¡sólo estuvimos mi hermana y yo en la sala! Aplaudo el que esta cadena, establecida en 11 ciudades del país, haga un esfuerzo por traer la cinta a Nuevo León (también la proyectan actualmente en Ramos Arizpe, Coah.), estado en que deberíamos mostrarnos particularmente sensibles ante la tragedia del ABC tras lo acontecido en el incendio del Casino Royale (25 de agosto del 2011), pero que al parecer ahoga con el olvido y la indiferencia tal recuerdo. Ignorando el número de copias que haya disponibles de ABC Nunca más, estoy convencido que las cadenas de cine predominantes en México prefieren no meterse en camisa de once varas dando un espaldarazo a la difusión del documental por la cantidad de callos que salen pisados. A mí me fue imposible no gritar «¡Chingas a tu madre!» cuando apareció en pantalla el siguiente extracto:

Resulte este texto tanto un humilde tributo en recuerdo de los 49 niño fallecidos…

Ana Paula, Andrés Alonso, Andrea Nicole, Aquiles Dreneth, Ariadna Aragón, Axel Abraham, Bryan Alexander, Camila, Carlos Alán, Dafne Yesenia, Daher Omar, Daniel Alberto, Daniel Rafael, Daniela Guadalupe, Denisse Alejandra, Emilia, Emily Guadalupe, Fátima Sofía, Germán Paúl, Ian Issac, Javier Ángel, Jesús Antonio, Jesús Julián, Jonatan De Jesús, Jorge Sebastián, Juan Israel, Juan Carlos, Juan Carlos, Julio César, Lucía Guadalupe, Luis Denzel, María Magdalena, María Fernanda, Marian Ximena, Martín Raymundo, Monzerrat, Nayeli Estefanía, Pauleth Daniela, Ruth Nahomi, Santiago, Santiago De Jesús, Sofía, Valeria, Ximena, Ximena, Xiunelth Emmanuel, Jazmín, Yeceli Nahomi, Yoselín Valentina.

Así como reconocimiento al esfuerzo de 76 más, que como Dana Paola y César, han sido unos auténticos guerreros de la vida y digno ejemplo de esperanza y alegría para quienes conocemos sus historias y nos sumamos en un solo grito: ¡JUSTICIA ABC!

victimas
Manifestación 5 de junio del 2013 en la Cd. de México.
Por @mariachata

1 de mayo: Día Internacional de los Trabajadores

El siguiente texto lo redacté el 1 de may0 del 2007. A principios de año le hice algunos arreglos con la intención de incluirlo entre los escritos de mi libro, más ante el ajuste que estoy por realizar de su contenido tengo casi por seguro que lo retiraré. De ahí que me permita republicarlo este día con motivo de la conmemoración hoy celebrada.

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LLAMAR LAS COSAS POR SU NOMBRE: DÍA INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES

Mayo 1, 2007

El mundo perdió su encanto con el fin de la guerra fría y la caída del bloque socialista soviético. Lo que hasta 1991 se había manifestado más como una rivalidad que como un recorrer la vida de modos alternos, se ha convertido en el abandono del mundo bajo el arrastre del remolino globalizador. Salvo gobiernos como el chino, norcoreano y cubano, hay internacionalmente un innecesario declarado nocaut técnico a favor del capitalismo, corriente económica inspirada en la ideología del escocés Adam Smith, en particular la vertida en su libro La riqueza de las naciones (1777).

Encajó de tal modo su pensamiento en el modo como se desenvolvieron los acontecimientos suscitados alrededor de la Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, que con justa razón Smith es considerado el padre del capitalismo. El autor mantiene, como tesis principal, que la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, potenciado a través de la división del trabajo. Esto lleva inherente el surgimiento de la especialización (trabajo en serie) y la apertura de mercados: los productos necesitan llegar a más y más población para que continúen produciéndose.

La orientación del capitalismo respecto a los medios de producción es que éstos son privados y operan principalmente en función de beneficios y ganancias. La posesión de dichos medios recae en la clase burguesa (emergida de la sepultada sociedad feudal), la cual se convierte en dueña de las fábricas. Y si bien el esfuerzo del obrero es el que produce y crea riquezas, predomina sobre éste el capital. Se genera así un movimiento en tres pasos que sostiene la maquinaria capitalista desde sus orígenes: el capitalista busca la magnificación del beneficio propio mediante la acumulación y reproducción de recursos; los trabajadores reciben un salario a modo de recompensa material y los consumidores buscan obtener la mayor utilidad en la adquisición de sus bienes.

Si el capitalismo ha crecido desmedidamente se debe en parte a la ‘procreación’ de una generación consumista y de una mentalidad del ‘úsese y tírese’ y proclive a lo desechable (nos pueden iluminar al respecto las reflexiones aportadas por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman). Si antes comprar una computadora, no se diga un vehículo, significaba una inversión paratoda la vida, ahora el promedio de vida de los nuevos modelos es de tres a cinco años ya que se descontinúan. Este espíritu ha traspasado la barrera de lo material e impregna impunemente las áreas sociales y religiosas de la sociedad. Nos encontramos, dicen los entendidos, ante una crisis religiosa y pérdida de vigencia de los valores morales.

Dirijo mi reflexión ahora al papel del trabajador, del obrero, que es parte fundamental del engranaje capitalista, si bien en la mentalidad más radical de éste se anida el deseo de desplazarlo por maquinaria que no se enferme, que no exija servicio médico, que no reclame vacaciones ni días de asueto. Tal ha sido el grado de deshumanización, que la maquinaria capitalista se ha impuesto sobre sus ‘no reconocidos’ socios, los obreros, y por todos lados con consecuencias fatales. Basta mencionar, por citar un ejemplo de mi país, la continua muerte de mineros en la zona de Pasta de Conchos (Coahuila), las cuales permanecen en el olvido, y los responsables en total impunidad.

Testigos en su tiempo de dichas atrocidades fueron Marx y Engels, dos pensadores que, conscientes de la transformación que el capitalismo estaba ejerciendo en el modus vivendi de las comunidades del viejo continente, escribieron el tratado titulado Manifiesto del Partido Comunista, publicado en febrero de 1848, y en el cuál vertieron los principios que consideraron indispensables para que se genere una revolución que derroque el capitalismo y consiga instaurar una sociedad de masas.

La tesis marxista gira en torno a la separación inminente de la sociedad en dos clases antagónicas: burguesía y proletariado. La manufactura artesanal cedió su lugar a la gran industria moderna, controlada por los burgueses modernos, herederos de la clase media industrial. Marx no se detiene al reconocer en la burguesía un verdadero papel revolucionario: el de desgarrar los lazos naturales entre los hombres para sembrar en su lugar el interés escueto del dinero. Terminó con el santo temor de Dios, con el ardor caballeresco, con la dignidad personal, reduciendo todas las libertades hasta entonces ganadas a una sola y visceral libertad con carácter de ilimitada: la de comerciar.

Si ya existía un régimen de explotación disfrazado de ilusiones políticas y religiosas, ahora éste es descarado y directo. Para que pueda subsistir la burguesía necesita incesantemente revolucionar los instrumentos de producción. La exploración mundial del capitalismo para encontrar nuevos mercados, es lo que da a éste su sello cosmopolita. Va desvaneciéndose el hasta entonces existente mercado local y nacional, formándose en su lugar un acervo común internacional tanto material como espiritual. Exacto: predecía Marx desde 1847 el fenómeno de la globalización y el concepto de aldea global. La clave con la que se filtra la burguesía, en todos los rincones, es el bajo precio de la mercancía, haciendo capitular cualquier ideología. Se consigue por lo tanto un aburguesamiento del mundo. Si hasta entonces Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza, es ahora la burguesía la que hace lo mismo con el mundo.

Sin embargo, el fenómeno burgués se vio afectado por un virus del cual le es imposible librarse: la sobreproducción. Los remedios para atacarlo son, por un lado, la destrucción violenta de una gran masa de fuerzas productivas, y por otro, la conquista de nuevos mercados a la par del haber desahuciado los antiguos. Lo que da pie al desarrollo de la burguesía, lo es también para el desarrollo del proletariado, que se convierte en mercancía, sujeta a la fluctuación del mercado. La división del trabajo y la fabricación en serie de la producción lo han convertido en un simple resorte de la máquina. No sólo son esclavos de los jefes y capataces, sino también de las máquinas.

Debe, por lo tanto, el proletariado fortificarse y consolidarse en su lucha contra la burguesía: en un principio serán una masa amorfa y aislada de otras similares. Una de las herramientas que tiene la burguesía contra estas uniones informales, es a la vez tentáculo del mismo sistema: la competencia, que vuelve inseguro el salario del obrero y provoca su alienación. El verdadero triunfo del obrero consistirá en la consolidación a largo plazo de su unión.

Lamentablemente el Estado ocupa un lugar secundario, resultando testigo mudo de los altercados entre ambos bandos y volviéndose inocuo, de ahí que no sea descabellado considerar que el proletariado ocupe su lugar ante el vacío de poder.

Sinteticen las líneas anteriores el espíritu del primer capítulo del Manifiesto Comunista, titulado: Burgueses y proletarios. La actualización que tuvieron tales pensamientos en los países de gobiernos capitalistas fue la creación de los sindicatos. En Estados Unidos, país que entró de lleno en el capitalismo durante la segunda mitad del siglo XIX, el movimiento obrero se aglutinó los últimos 15 años de dicho siglo, siendo su punto álgido la represión de parte del gobierno a los obreros de Chicago, que se levantaron en huelga precisamente un 1 de mayo de 1886, y con saldo fatal de cinco obreros ejecutados en la horca y tres más condenados a cadena perpetua.

Tres años después (1889) el Congreso Obrero Socialista convocado en La Segunda Internacional estableció la fecha mencionada como el Día Internacional de los Trabajadores. Es por lo tanto deplorable cómo la maquinaria del poder transformó, con los años, tan emotiva conmemoración en el “Día del Trabajo” rindiendo culto a la acción y no al ejecutor. Incluso, paradójicamente, en el país donde se desarrollaron los eventos, que posteriormente inspiraron la institución de la celebración, no existe tal, debido al temor del gobierno norteamericano de la época, de que se reforzase el movimiento socialista, y sustituido arbitrariamente por una conmemoración el primer lunes de septiembre, conocida como Labor Day.

Recayó, por tanto, en la responsabilidad de los sindicatos la defensa y lucha por los derechos básicos e inherentes al trabajador. En nuestro país, la C.T.M. hábilmente y a conveniencia de sus líderes, se dejó absorber por el partido en el poder desde tiempos del general Plutarco E. Calles (el actual PRI), con las consecuencias por todos conocidos y quedando en último lugar los propósitos originales por los cuales nacieron dichas centrales obreras. El poder corrompe definitiva y lamentablemente.

Acribilladas las ilusiones marxistas, comunistas, socialistas, leninistas, izquierdistas… Con el transcurso de los años, respecto al papel que debe jugar el obrero en la dinámica del gobierno de la sociedad en que vive, no está, por lo tanto, de más apelar a la nostalgia como un recurso para no dejar morir tales utopías.

¡Arriba, parias de la tierra! ¡En pie, famélica legión!
Atruena la razón en marcha: es el fin de la opresión. Himno de La Internacional